U
no se pasa todo el día entre políticos. Que quieren, son gajes del oficio. Que si una visita a unas obras (ahora ya no que está prohibido por la ley electoral) o que si la presentación de un protocolo del AVE que aún no sabemos qué diablos integrará. Al día siguiente, vuelta a empezar y así hasta que se acaba la semana, el mes y el año. Envuelto en esa dinámica de acto oficial y de moqueta uno a veces pierde la perspectiva. Entonces, un día cualquiera, siguiendo al alcalde de turno, en este caso al de Ourense durante una visita de cortesía a O Ceboliño, se da cuenta de que no todo el mundo vive en ese mundo ficción. Ante el retraso de Paco, unas vecinas mostraban su impaciencia por su llegada. Y se preguntaban una a la otra quién sería el alcalde: «E que eu non o conozco», razonaban.
No solo eso. Uno iba allí con la lengua fuera para asediar al regidor por si al final Ourense tendrá un AVE soterrado o una solución de segunda. Mientras, las preguntas de los paisanos de O Ceboliño giraban en torno a otras preocupaciones más mundanas. Desde si la ubicación del aire acondicionado era la correcta o debería moverse más hacia la derecha hasta si en el local les iban a instalar ADSL para comprobar sus mejoras en los cursos de iniciación a Internet. De Ceboliño, el alcalde se fue con la ilusión de arañar unos votos, el periodista con las prisas por teclear las declaraciones, y los vecinos se quedaron con sus dudas sin resolver. Cada uno en su mundo.