Mientras el Ourense oficial discute el nombre de la futura estación del AVE, el Ourense real grita, aunque en escaso número, que no quiere más marginaciones y que tiene los mismos derechos que otras ciudades de España. Lo de la estación del AVE no es un trámite burocrático. Es una obra que pervivirá durante la mayor parte del siglo XXI por lo que es difícil de entender que deje al barrio de A Ponte dividido en dos partes por seis vías que hoy, merced a la técnica, se pueden soterrar liberando espacio para otros usos. No luchar por ese nuevo Ourense del futuro es una traición. No hace mucho, el ingeniero Xosé C. Fernández argumentaba: «Palencia, Talavera, León, Logroño, Valladolid y Almería son ejemplos de soterramientos más largos y costosos que el solicitado para Ourense. ¿Qué le ha hecho Ourense al Ministerio de Fomento? ¿Por qué afrenta a la ciudad con proyectos cicateros que consagran las barreras y la congestión urbana?». A esta pregunta habría que añadir otra: ¿Qué le ha hecho Ourense a Paco Rodríguez, Áurea Soto, Marga Martín, Antonio Penín, María Devesa, Ana Garrido, Demetrio Espinosa, Agustín Fernández, Isabel Pérez, Ana Garza, Manuel Herminio Iglesias, Marta Arribas, Fernando Varela y Yolanda Pérez para que los 14 ediles de PSOE y BNG apoyen sin fisuras un proyecto nocivo para la capital y contestado por más de la mitad de la ciudadanía? ¿No hay ninguno que diga que el futuro del Ourense del 2050, es más importante que la sumisión a unas siglas y a un sillón? No se está hablando de poner nombre a una estación (aunque con este debate se intente desviar atenciones) y sí del diseño de una ciudad habitable. Para conseguirlo tendrían que mirar menos al ombligo político y más al horizonte del Ourense del futuro.