La profesión de cuidar personas

Ruth Nóvoa de Manuel
ruth nóvoa OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Madre e hija comparten vocación, aunque están en etapas distintas

13 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Teoría y práctica

Ana María Martínez Méndez y Belén Pérez Martínez.

La madre es enfermera y la hija está estudiando el último curso de Enfermería. Le quedan dos meses para terminar.

Cuando Ana María Martínez tenía catorce años sufrió un accidente de tren en Barcelona. Hubo muertos y muchos heridos. El suceso marcó su futuro porque, en aquel mismo momento, pronunció en voz alta su vocación: «Yo lo que quiero es curar a la gente». Primero pensó en estudiar Medicina pero la Enfermería, una carrera más corta y con muchas salidas en aquel momento, se cruzó en su camino. Regresó a la Galicia natal de sus padres para estudiar y hace 33 años empezó a trabajar. Los últimos 16 los ha pasado en pediatría y pronto se trasladará a un centro de salud, donde continuará trabajando con niños.

Entre risas denomina «sucesora» a su hija mayor, que está terminando la carrera. Es una alumna atípica porque empezó cuando ya tenía encauzada su vida. «Siempre quise ser enfermera pero mi madre me decía que era mejor que estudiara una licenciatura», explica Belén Pérez. Acabó haciéndolo. Hizo Económicas y tiene su propio negocio de hostelería, que ahora compatibiliza con sus estudios. Porque la vocación acabó aflorando y Belén acabó vistiéndose el pijama blanco. Ahora, con 31 años y 14 matrículas de honor a sus espaldas, encara la recta final de su segunda carrera.

Ambas coinciden en señalar que la vocación es fundamental en las profesiones sanitarias. «Bueno, y no ser escrupulosa», apunta en clave práctica Ana María. Belén aporta un matiz: «Te tiene que gustar el trato con la gente. La enfermería se basa, en gran parte, en las relaciones».

Ahora que comparten territorio -en el Chou trabaja la madre y hace las prácticas de la carrera la hija- coinciden en un diagnóstico social. «Muchas personas que están ingresadas necesitan hablar... necesitan que las escuches». Para los enfermos, que se sienten vulnerables en el hospital, el cariño y la confianza son, de algún modo, una medicina.

No es en lo único en lo que se alinean. También en la satisfacción que reporta el ejercicio de una profesión que con los años -no lo niega Ana María- puede llegar a quemar; en parte, por la carga emocional que supone el trabajo diario.

Hay más puntos en común entre las dos generaciones. El gusto por los estudios. Si la hija ya piensa en el doctorado -«Abre muchas puertas: a la investigación, a la universidad...»- la madre se licenció en Antropología. Fue después de empezar a trabajar en el hospital. «Nos gustan los libros», asegura para explicar su particular afición.

Eso sí, no solo de apuntes vive la carrera de Enfermería. «En el primer curso ya te das cuenta de si te gusta o no», asegura Belén, que ahora piensa que quizás, en su momento, debió apostar por Medicina. Esa reflexión provoca una inmediata reacción en su madre: «No se puede decir a un hijo lo que tiene que hacer. Ni tampoco decirle que no puede hacer algo». Y la «sucesora» apuntala el argumento: «Solo eres buena cuando haces lo que te gusta hacer».