Nadie se imagina que, tras los muros medio en ruina de la casa rectoral de la aldea de San Mamede, en Allariz, asome el arte actual. Tres artistas argentinos llegados de París y de Madrid, están a punto de culminar una estancia de quince días, invitados por la Fundación Santa María Nai, de la diócesis de Ourense. Desde aquí, fue Javier Espinosa quien lanzó la aceptación. La idea es dignificar con propuestas artísticas estas viejas arquitecturas, muchas abandonadas. Desde París llegó Pedro Marzorati, autor plástico y desde Madrid, Oswaldo Giuliani, también artista plástico y paisajista y Jacqueline Bonacic-Doric, pintora.
En el patio, llama la atención una composición de maderas que imita un nido o un cáliz, bajo un cobertizo. Arriba, en la planta de la casa, hay una sala vieja presidida por un arcón semiabierto del que salen cientos de mariposas, obra de Oswaldo, que representa, dice, «las mariposas que emigran del Canadá al suroeste de México, en Mitxoacán y allí convierten el paisaje verde en naranja. Ellos celebran el paso de la muerte a la otra vida». Oswaldo, en pleno noviembre, creó esta obra. Las mariposas inundan la sala y salen hacia la ventana bajo la cual hay laurel, símbolo de la victoria.
Oportunidad
Los tres artistas están muy agradecidos y satisfechos con la Fundación Santa María Nai por esta oportunidad para aportar creatividad en edificios ruinosos. «Como nos gustan las cosas locas, vinimos», señala Pedro, para quien lo importante es «lo que salga de aquí la primera vez. Es interesante como apuesta cultural. Fueron saliendo más proyectos de los deseados. La casa estaba llena de objetos. Haremos un catálogo con toda la transformación», señala.
En otra habitación, frontales de altar y andas viejas reinterpretados con colores aplicados por Jacqueline; en otro habitáculo, sillas que flotan en el aire parecen salir disparadas por el impulso de un puño que rompe la madera del suelo, y en la otra esquina, flores de cristales rotos y puntas, sobre las tablas, presididas por un peto de ánimas, fruto de la creatividad de Pedro.
Una casa museo
Los vecinos creen que se está gestando una casa museo. Las obras quedarán ahí , serán unas nueve, y animarán a hacer un itinerario cultural muy original. «Los vecinos se lo toman muy bien, nos invitan a licor café y todos opinan. El párroco nos presentó a ellos y les dijo para qué estamos acá», señala Jacqueline, satisfecha con la experiencia. «Llegas acá y la casa se te impone», asegura la pintora que hace, además, un mural en el exterior. Ella preparó una maleta sobre una vieja mesa camilla. Por fuera está repleta de espejos, llaves, cables, bombillas, un crucificado, un compás y un sinfín de elementos. Al abrirla, la contratapa lleva cartas de la baraja española y en el interior, objetos varios como pequeños esencieros de cristal y todo repleto de polvos de talco. Es imposible quedar indiferente.