El perro y el niño, donde ven cariño

Antonio Manuel Estévez

OURENSE

29 jun 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando los estudios más avanzados sobre psicología del individuo marginal y clases sociales en exclusión, cuando la unanimidad de los expertos en la etiología de la desintegración de la personalidad de seres humanos en esta sociedad injusta, cuando todos estos conocimientos se alinean y apuntan como una saeta a la más absoluta conveniencia de la convivencia con animales como terapia de sensibilización y método de reparación de la conducta, como mecanismo para incrementar los niveles de responsabilidad, solidaridad, lealtad, compasión, piedad y compromiso social e individual..., cuando todo esto ocurre, un órgano perteneciente a la Xunta y que se llama paradójicamente «bienestar social» decide sustraer a uno de estos colectivos la mejor de las herramientas para alcanzar los objetivos que hagan de ellos ciudadanos de bien. Técnicos mediocres, científicos de pacotilla, gestores absurdos, políticas negligentes, todo un despropósito que hoy tenemos la oportunidad de ver reunidos en un solo suceso gracias a Dana, esa perra que hace de un lugar cargado de problemáticas, donde se granjean buenas cantidades de soledad, tristeza, rencor y angustia, un sitio más humanizado, más integrado y social. Decía Albert Einstein que todo conocimiento se debe por exclusiva a la experiencia. Esa experiencia de la que carecen los que deliran así y que, evidentemente, intentan desviar la atención sobre la inacción que practican para solucionar los verdaderos problemas. Para buscar soluciones en un centro así no se busca a alguien que haya pasado por esas desgarradoras circunstancias. Se exacerba el sentido burocrático y se desprecia e infravalora el acervo de lo vivido. Se lo digo yo, que pasé por el Hogar Infantil y lo más cercano al «bienestar» que teníamos era precisamente algún perro que se nos acercaba buscando la caricia desinteresada, la misma con la que nosotros soñábamos.