«Si no escondemos a un familiar con cáncer, ¿por qué sí a un enfermo mental?»

Antonio Nespereira

OURENSE

Tras 16 años liderando la asociación Morea aún lamenta que las barreras mentales tarden más en caer que las arquitectónicas

24 oct 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

De costumbres fijas a primera hora de la mañana: la misma cafetería, la misma mesa, el desayuno y un par de periódicos. Una hora para ella sola, sin interferencias. «Leo algunas noticias políticas, pero me aburren porque casi siempre es el no por el no, todo son descalificaciones. Me gusta el debate positivo, pero casi nunca se produce». Ángeles Fernández Araújo (Ourense, 1946) es la presidenta de la Asociación de Familiares de Enfermos Mentales Morea, una entidad que ella impulsó en 1993 «con cuatro familias y hoy somos quinientos socios».

De expresión dulce, siempre sonriente, mesurada en sus opiniones, Ángeles atesora una gran fortaleza de espíritu o por lo menos eso aparenta. Nace «por casualidad» en el pueblo de Freixoso, en el Concello de Cartelle. Su niñez tiene paradas en Canarias o Murcia, pero recala de nuevo en tierras ourensanas en 1963.

Con quince años ya estudiaba y trabajaba. El matrimonio posterior le situó como ama de casa criando una prole de seis hijos. Crecieron tal vez como tantos otros, con la misma educación, las mismas facilidades o las mismas privaciones, pero dos de ellos reclaman en un momento de sus vidas atenciones especiales: padecen una esquizofrenia.

Los hijos

El primero en presentar síntomas cursaba ya segundo de Arquitectura. El diagnóstico hizo zarandear a Ángeles, pero se mantuvo de pie. Reconoce que «fue un palo muy duro, lo sentí como se siente un duelo y ya cuando la padeció el segundo dije: '¡Madre mía!'». El primero tenía entonces 22 años, el segundo, 17. También la experiencia es un grado en estas cosas «porque del más pequeño ya me di cuenta pronto porque los síntomas eran parecidos».

Mientras el común de las familias «se avergonzaban» de tener en su seno a un enfermo mental, ella dio un paso al frente y crea la Asociación Morea. Una morea, en gallego, significa algo así como un montón. «Era lo que teníamos nosotros, una morea de problemas, de ilusiones, de esperanzas». De ahí el nombre.

Barreras

Han luchado, y luchan, contra el muro de la incomprensión. Ella lo define muy gráficamente señalando que «las barreras arquitectónicas se tiran pero las mentales tardan mucho en caer».

En estos momentos hay en Galicia diagnosticadas 50.000 personas con discapacidad mental. Las estadísticas dicen que la cifra se puede disparar. ¿No le suenan palabras como ansiedad, estrés, agotamiento mental?

Hace décadas eran carne de manicomio, sin tapujos. «Por Dios, ¡qué palabra más horrible! No la quiero ni oír, tiene que ser desterrada». Por el camino de la normalización Ángeles apela a la dignidad social y a preguntarnos a todos: «Si no escondemos a un familiar con cáncer, ¿por qué hay que esconder a uno que tenga una enfermedad mental?».

Hoy dice orgullosa que sus dos hijos aquejados de la enfermedad «me cuidan mejor que los otros porque cuando llego a casa tengo un montón de cosas hechas, algo que los otros no suelen hacer». Y ahí está ella, al frente de un colectivo «que ya es uno de los más grandes de Galicia».

Luchan a veces contra el muro de la Administración, pero ha avanzado mucho, si bien «cada vez que cambia un gobierno hay que explicarles de nuevo el problema, algunos no saben de qué estamos hablando». Hoy tiene la asociación una residencia en A Peroxa, que fue la primera de la comunidad, gracias a la colaboración del Concello, de la Diputación y la aportación económica de la Unión Europea.

Atrás quedan aquellos comienzos en la sacristía de la iglesia de A Carballeira o el paso por Monte Seixo y Ramón Puga. Hoy lucen una cómoda sede en Marcelo Macías. Hay mucho camino hecho, pero aún queda mucho por recorrer y retos que asumir: «Ojalá mejoremos en la integración laboral». Ojalá.