«En Ourense se viste bien y somos coquetos porque gusta la buena ropa y el buen calzado»

Antonio Nespereira

OURENSE

Sus tiendas venden prendas y zapatos destinados a un público en apariencia selecto. Se precia de que esa es y será su apuesta

25 abr 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

La actriz Maribel Verdú estuvo por Ourense, se quiso comprar unos zapatos, y no dudó. En tiempos, cuando Pío Cabanillas era ministro, se bajó de su coche oficial y se compró un par en Delfin, como tantas otras veces. Salió a la puerta de la tienda y le preguntó a su chófer: «Manuel, ¿usted qué número calza?». El conductor le contestó: «Un 40, señor ministro». Entró Pío de nuevo a la tienda y emplazó al dependiente: «Póngame otro par». Alguna de sus tiendas aún abre hoy fuera del horario de atención al público para que «algún famoso» pueda comprarse ropa o calzado sin sentirse observado por los clientes.

Luis Martínez es uno de los comerciantes de referencia de la ciudad y una parte de la historia del comercio local viene con él, de sus antepasados. El futuro también quiere escribirlo a través de sus dos hijos que están ya al mando de los establecimientos «porque yo ahora solo llevo las relaciones con los proveedores, veo algún muestrario, ando en cosas administrativas y poco más». Luis Martínez es sobre todo Luis Delfín. El nombre comercial engulló el apellido. «Ya le digo a mi mujer que cuando me entierren que pongan mi nombre y 'alias Delfin'».

El que acuñó el distintivo fue el padre de Luis, fallecido en 1980, un artesano zapatero que tuvo la primera tienda en Villar, 18. Recuerda hoy su hijo, por ejemplo, aquel sábado por la tarde en la que estaba trabajando a puerta cerrada. A la pregunta de qué hace, el progenitor razona que estaba «arreglando una prenda de cuero a un médico y llevaba ya varios sábados con ella. Le dije que si le iba a cobrar las horas ya valían más que la prenda. Él, sin dudarlo, me dijo: 'Esto lo hago porque me gusta'. Era otra forma de trabajar».

Primeros pasos

Luis Martínez fue un gran estudiante. Sacó en bachiller matrícula de honor y Ricardo Martín Esperanza, entonces máximo dirigente de la caja de ahorros le ofreció un puesto «porque yo era muy bueno con los números». Pero dijo que no y apostó por el mostrador, al que dedicó los mejores años de su vida. Y se le nota. Es un tipo franco, un vendedor nato, un emprendedor convicto con mucho don de gentes.

Su padre ya había abierto la tienda de la calle San Miguel y luego él, ya casado, inauguró Delfín 2 en el 75. En el 95, Sterling y en el 99 tomó Jesús. Precisamente, cuando cerró la operación de compra de esta última tienda el 28 de junio «eran las once de la noche y a las seis de la mañana del día siguiente estábamos saliendo para Niza mi hijo y yo a ver un muestrario». Hoy viajan sus hijos «unas cincuenta veces al año a Millán para ver colecciones». Sus tiendas de calzado y de ropa van dirigidos hacía un público exigente y exento de pudor a la hora de pagar una pasta por algo de Prada, Dolce&Gabanna o Gucci. Vamos, como ir por Serrano, en Madrid, pero sin escuchar como las niñas bien arrastran el osssea o el ¿sabesss? cuando hablan.

«Siempre nos ha gustado el público selecto, las primeras marcas porque eso te da mucho caché», justifica. Y añade: «No vendo zapatos de 25 euros porque los de mis tiendas tienen calidad como para cobrar 150 y mi cliente es ese». ¿Y hay público en Ourense, ciudad de 108.000 habitantes, para tanto pedigrí ? Cree que sí. Pero, además, viste a empresarios de fuera, profesionales de nivel e incluso «muchos mexicanos, en donde tengo grandes amigos». Precisamente en México dicen de los presumidos, coquetos o a los que les gusta aparentar que tienen mucho postureo . Sin embargo, Luis Martínez dice que en Ourense «no hay apariencias, el que lleva algo caro es porque lo puede pagar». Por cierto, la capital tiene fama de buen comercio y buen gusto a la hora de vestir, una frase hecha que reafirma este comerciante porque «en Ourense se viste bien y somos coquetos porque gusta la buena ropa y el buen calzado».

El futuro

Pero, como es obvio, los establecimientos viven en una encrucijada por la crisis y ciertos cambios en los hábitos de consumo. Luis, con décadas de discurso a sus espaldas, sentencia que «el comercio tradicional está en peligro porque nos dejamos influir por las multinacionales. Hay establecimientos de calidad multimarca, pero necesitan más apoyos. Los políticos deben tomar conciencia de que el pequeño comercio sostiene con sus impuestos a muchas administraciones».

Pero la calle del Paseo, donde él tiene tiendas, ha sufrido la colonización de las franquicias de las grandes marcas. Luis lo asume y también reprocha que «muchos locales se pongan en alquiler con unas rentas que muy pocos comerciantes locales podrían pagar». En cualquier caso, y ante el eterno debate sobre el impacto que tendrá la llegada de las grandes superficies, este empresario afirma «no tener miedo, pueden dinamizar la ciudad, traer más clientes y obligarnos a la especialización». Tal vez sea el camino.