«El título que tengo de alcaldesa del barrio de Covadonga irá conmigo hasta la muerte»

Antonio Nespereira

OURENSE

Con más de 30 años presidiendo la asociación vecinal de este enclave, recuerda hoy «las lágrimas que eché cuando llegué» y lo feliz que se siente ahora

19 abr 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Su madre estaba preparada para ir a la misa del gallo. Eran las once y media de la noche del 24 de diciembre de 1927 y la víspera de Navidad en Xunqueira de Ambía era gélida. Trastocó sus planes y ya no fue. ¿Cuál fue el motivo? Sintió los inequívocos síntomas de que iba a dar a luz a su hija, a la que pusieron el evocador nombre de Esperanza, recibiendo el apellido Martín de su padre y Borrajo de su madre. Con ochenta Navidades a sus espaldas, ahí sigue la dirigente vecinal más veterana de la ciudad en un barrio con personalidad propia: Covadonga. Casi nada.

Después de un ir y venir por varias localidades, ya que salió de Xunqueira con nueve años, recala en Covadonga. Pero eso sería mucho más tarde. Antes experimentó los horrores de la Guerra Civil -«de eso no me hables, por favor, prefiero olvidarlo»- pero tuvo una infancia «feliz». Quiso ser maestra después de haber pasado por el Instituto Otero Pedrayo, pero tuvo que plantar en segundo de bachiller.

El 1 de julio de 1960 llega al barrio de Covadonga, al que ha ligado su vida y a él sigue dedicando sus desvelos. «Cuando vi lo que había, lloré mucho, por que yo venía de un ambiente de comodidades porque mi familia tenía posibilidades económicas». ¿Qué le hizo romper en llanto? «Las casas que habían hecho los sindicatos estaban habitadas por gente muy humilde, carecían de atenciones básicas, no había luz en las calles, ni agua en las casas, aquello era una miseria», recuerda.

A la faena

Y tomó conciencia de la situación, se remangó y lideró la reivindicación porque, para colmo, la administración de la época quería repartir los costes de los servicios entre los vecinos. Luego de azarosas reuniones en el Gobierno Civil o en el Ayuntamiento -con Riestra París de alcalde y Eladio Diz Ojea de concejal encargado del caso- se la encaramó al rimbombante título de alcaldesa del barrio de Covadonga. Corría el año 1977 y la democracia daba sus primeros pasos. «Tengo que recordar que las elecciones fueron democráticas y las gané con 492 votos contra 92 de mi oponente».

Ya no pararía. Echó once años como alcaldesa, hasta 1988. Trabajó mucho, «pero no me siento orgullosa de nada, solo me satisface tener un barrio decente». Para conseguir sus objetivos se hizo fuerte, «incluso tuve una amenaza de un señor que vino a mi casa con una pistola creyendo que yo era culpable de una denuncia que alguien le puso para que él no pudiese edificar en un trocito de la calle».

Es que, para qué negarlo, Covadonga arrastró durante años una imagen de marginalidad. «Es cierto, pero hay gente que socialmente se cree superior y no son mejores personas que algunos que aquí estuvieron señalados», dice ella. Eso forma parte de la historia, cree, como sostiene que la «calaña» ya no está en un barrio «precioso en el que siempre me han respetado, antes y ahora, por eso creo que el título que tengo de alcaldesa del barrio de Covandonga irá conmigo hasta la muerte». Atrás queda por lo tanto la fama de un lugar en el que «alguno me pedía dinero para una barra de pan, pero yo sabía que era para otra cosa». Pero también recuerda que «las llaves estaban en las cerraduras y nunca pasó nada».