«Da la impresión de que hoy los partidos están por encima de las personas»

Antonio Nespereira

OURENSE

Pionera en el acceso femenino a la política, aboga por una reforma que permita la elección en listas abiertas

17 nov 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

¿Cuántos parques hay en la ciudad? Qué más da. El primer nombre que brota de nuestra memoria es el de San Lázaro. Testigo de juegos, de citas nerviosas y escarceos, de corazones esculpidos a navaja en sus árboles, lugar de retiro de solitarios, el parque sigue siendo hoy la espina dorsal de la sociedad ourensana por la que fluyen infinidad de emociones que no tienen edad. Celsa Porto Álvarez liga su infancia al recinto. Esta mujer, maestra jubilada y primera concejala del Ayuntamiento de Ourense, pasó allí su niñez y sus «primeras travesuras, porque éramos muy revoltosos».

Ella, una más entre diecisiete hermanos -«me murieron siete de pequeños, alguno de bronquitis»-, dejó en el parque muchas horas con su pandilla en un lugar huérfano del pavimento actual, con arena y frondosos árboles «que fueron secando algunos y otros los cortaron». Apenas unas casas alrededor y la iglesia de los Franciscanos como únicos testigos de su época. Hoy altos edificios se le echan encima. Ella vivía en las inmediaciones y por allí deambulaba en sus años mozos su marido, por aquel entonces novio. «Cuando no estaban mis padres, yo encendía y apagaba la luz varias veces como contraseña y él venía bajo mi ventana y hablábamos». Pero no paseaban por el parque, «porque si nos veían mis padres, menudo problema». Eran tiempos, porque hoy «ya no dejo ir solos a mis nietos andar por el parque». Inseguridad, tal vez.

Enseñanza

Celsa Porto estudió en el instituto Otero Pedrayo. En sus paredes retumba aún hoy el magisterio de forjadores del espíritu de muchas generaciones y sus pupitres sirvieron de regazo a miles de ourensanos. De entre la nómina de profesores recuerda «sobre todo a Jaime Pérez Colemán, una bellísima persona». Prendió en ella la vocación de enseñar a los demás y se hizo maestra «en la Normal, de aquellas cerca del Posío», antes de pasar al barrio de A Ponte, como Escuela Universitaria de Magisterio. Con su título bajo el brazo llevó su doctrina a muchas aulas, en lugares tan antagónicos como Andújar o la sierra de O Courel, incluso en la Aneja, con Manuel Bermúdez como director, jubilándose ella en Boborás como directora. «A mí me adoraban tanto los niños como sus padres», recuerda.

Prioridades

Pero lo dejó todo por sus hijos. Tuvo nueve partos, pero sobrevivieron seis criaturas. «Me encantan los niños. Mis hijos son mis tesoros, luego está mi marido, al que adoro, pero está después, y que no le parezca mal». Una carrera profesional cortada, un «sacrificio» difícil a día de hoy: «No lo cambio por nada, porque ser madre es lo más maravilloso del mundo, por eso creo que muchas mujeres de hoy en día no saben lo que se pierden».

El nombre de Celsa Porto se asocia sobre todo a su paso por el Ayuntamiento, como primera concejala cuando aún vivía Franco, en un mundo acotado para las mujeres que querían ejercer la política. «Alguno no me quería, pero me respetaron y pasé siete años felices, haciendo muchas cosas y trabajando con alcaldes como Ricardo Martín Esperanza, Miguel Riestra París, y Vázquez Gulías», a comienzos de los setenta. Históricos regidores que perviven en la memoria de una generación, pero representantes de unos usos políticos ya superados.

Ahora la política es otra cosa. Ella, como sus compañeros, «no cobrábamos un duro» y todo se ha profesionalizado con el paso de los años «hasta el punto de que ahora da la impresión que los partidos están por encima de las personas». Pese a ejercer su servidumbre pública en la dictadura hace una reflexión sobre un debate actual aún no resuelto: «Soy partidaria de que haya listas abiertas para que los votantes no estemos bajo la influencia tan fuerte de los partidos».

Hizo valer su personalidad en la administración municipal como mujer de carácter que es, además de «presumida». Se enfrentó a sus compañeros «porque querían retirar el lavadero de As Burgas, sin darse cuenta que allí iban cada día cientos de mujeres a lavar porque no tenían medios en su casa».

Hoy las históricas fuentes siguen en el centro del debate, como lo está el aprovechamiento del termalismo. A Celsa Porto le parece «increíble que hayamos tenido siempre una joya y no se haya aprovechado, siendo que yo ya iba con mi abuela al Tinteiro». Igual que el Miño, que parece que se haya descubierto ahora con los paseos que lo circundan y del que gozaron ya generaciones.

Episodios éstos que forman parte de los debates que perviven en la ciudad, como el cambio en la denominación de algunas calles con nombres de personas vinculadas al franquismo. A Celsa Porto la polémica le parece estéril, «sobre todo porque la historia está ahí para bien y para mal y no me parece adecuado que se retiren esos nombres». Ella tiene otra visión sobre las prioridades de la ciudad, «porque sigue habiendo muchos problemas en Ourense y ese no creo que sea el principal».