El estrés no discrimina por el nivel de fortaleza o la importancia histórica del individuo. Un gran liderazgo a menudo requiere una resistencia increíble, pero rara vez es sostenible sin un coste emocional significativo. Podemos identificar a muchos líderes históricos que, a pesar de su gran resistencia y las inmensas presiones que manejaban, sufrieron un colapso físico, mental o emocional que hoy categorizaríamos como el resultado de un estrés crónico severo.
Uno de los grandes líderes que sucumbió a las presiones extremas de su cargo fue Sir Winston Churchill. Es el epítome de resistencia que lideró al Reino Unido durante los momentos más oscuros de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su vida estuvo marcada por duras batallas internas. Se sabe que Churchill dependía de grandes cantidades de alcohol (su famosa mezcla de whisky y soda) y de una ingesta constante de puros y comida para funcionar. Aunque siempre resistió, estos hábitos y la presión constante precipitaron varios problemas de salud graves a lo largo de su vida. Su capacidad para seguir adelante no niega el hecho de que su salud mental y física se vio gravemente comprometida por el estrés crónico de su cargo.
El estrés puede provocar tanto adelgazamiento como aumento de peso, dependiendo de la persona y el tipo de estrés (agudo o crónico). En los casos en que el estrés produce adelgazamiento, los mecanismos principales están relacionados con la activación de una respuesta del organismo para la «lucha o la huida».
El estrés agudo desencadena la liberación de adrenalina. La adrenalina aumenta la frecuencia cardíaca, eleva el metabolismo y la quema de calorías que preparan al cuerpo para una respuesta rápida. A corto plazo, esta hormona puede suprimir el apetito, haciendo que la persona coma menos de lo habitual.
En la actual pasarela de fatigas políticas, se puede apreciar el adelgazamiento del presidente Sánchez, el señor Ábalos o el señor Feijoo.
El deterioro físico del presidente, especialmente la delgadez de su rostro, ha suscitado todo tipo de comentarios. Lo cierto es que se le nota una pérdida significativa de grasa facial, particularmente en la zona del pómulo, y el volumen de sus mejillas y sienes se ha reducido. La explicación apunta al estrés severo y mantenido derivado de su labor y de recientes episodios duros que ha tenido que torear, como «la traición de colaboradores muy cercanos». De hecho, el presidente llegó a comentar que estaba «pasándolo mal» y había «perdido varios kilos» por ello.
Feijoo o Ábalos, también tienen motivos para estar estresados. Liderar la oposición con el rebumbio político actual o ser el protagonista de una serie de intrigas y corruptelas líder de audiencia no es cosa emocionalmente fácil.
La política desgasta. Las contradicciones también.