Interrail para pijos o cayetanos

César Casal González
césar Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

bt

23 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Los tiempos cambian. Suele ser para mejor. Quiero contarles, sin embargo, dos tipos distintos de hacer el Interrail en apenas unas décadas. El Interrail es un billete de tren que te permite viajar durante semanas por Europa sin límites de viajes, subir y viajar y conocer países y personas sin rumbo fijo. Es una gozada. Fue uno de los grandes adelantos de la fusión europea. Algo parecido en versión verano y corta al Erasmus, al que muchos con humor llaman el Orgasmus. Hace unas décadas el billete se compraba por un mes. Ahora hay más modalidades. Lo hice varias veces con un amigo. Fue una auténtica gozada. Te permitía recorrer Francia, Holanda (entonces era Holanda), Alemania, Italia, pillar el ferri (también lo incluía) en Brindisi al anochecer, y amanecer en Patrás, en Grecia, camino de Atenas. En los vagones de la época te encontrabas con más chavales que estaban haciendo lo mismo. Congeniabas, compartías la barra de embutido para unos bocatas. Tus padres se habían arruinado con el billete como para darte más dinero; dormías en tienda de campaña o en albergues juveniles. En una habitación en Brujas, donde había literas para veinte personas. Desayunabas con ellos. Tenías al lado a un alemán, a una checa, a una húngara. Daba gusto. Hacías visitas culturales y, por supuesto, salías de fiesta con los cuatro duros que tenías toda la noche por Belgrado (antes de la guerra de los Balcanes).

Vamos al Interrrail de hoy. Nada que ver. Se ha popularizado esta forma de viajar, pero en unas condiciones económicas que obliga a definirlo como Interrail para pijos o para cayetanos. Los trenes han mejorado. Los trayectos son más cortos que antes. No hay que salir de A Coruña y pillar un tren de quince horas para llegar a Hendaya y pasar a Francia. Pero es que las pandillas de hoy se lo montan de una manera muy distinta. Por supuesto, nada de cruzar España. A ellos sus papás les pagan billetes de avión para ir directos a Ámsterdam. Está de moda empezar allí. La identifican como capital de la juerga, en plan despedida de solteros desde el minuto uno. No tienen que atravesar España ni Francia. No pasan miles de horas en los vagones. No, ellos al avión. Después hacen un amago de Interrail, que sí recuerda al que se realizaba antes. Trenes desde Países Bajos a Alemania. Parada en Berlín para beber cerveza como si no hubiera un mañana. Y luego hacia Split. Motivo, las copas son más baratas. Además no van a Split, que suele ser la última parada, por su importancia como capital cultural. Van solo porque el regreso es desde un aeropuerto de Croacia. «Es que estábamos fundidos de tanto salir». Ida y vuelta en avión, algo impensable antes. Es cierto que entonces no había vuelos baratos. Pero creo que el Interrail se debe de vivir sin rumbo y siempre siguiendo el hilo de los raíles. Esas horas nocturnas en trenes lentos, en los que cruzábamos de Grecia a Viena y que nos permitían ahorrar una noche de albergue o de cámping, son recuerdos imborrables. Pero los cayetanos prefieren el interrail light, una disculpa para hacer un viaje lo más parecido a lo de siempre: salir como si no se moviesen de hotel de Benidorm con una pulsera de todo pagado gracias a los bizum de los papás que no fallan. Una lástima, esta involución.