Segunda década del siglo. Eclosionan las redes sociales. Mueven el mundo. Cientos de millones de personas adoptan expresiones como trending topic o like. La RAE incluye tuit, tuitero o tuitear en el diccionario (en la misma remesa que mileurista). Empezamos a usar etiquetas, hashtags, para agrupar y visibilizar contenidos, fenómenos y temas.
La almohadilla # se convirtió en un símbolo universal, pero los dueños de las redes sociales creen que ya ha pasado el tiempo de los célebres #FridayFollow o #Love. Elon Musk los llama «feos» y una «pesadilla estética. No solo es X. Todos trabajan para moderar su uso. También Meta o TikTok. Quieren potenciar sus servicios de búsqueda. Y tener el control absoluto del contenido que consume la mayoría.
Los algoritmos mandan. Van a mandar más. Se advierte por el declinar de los hashtags o por la ocultación progresiva de las opciones de decidir sobre el contenido que quieres. También por la forma en la que Spotify prefiere que solo escuches listas creados por ellos y no discos. Los gigantes de internet no quieren ciudadanos activos, sino consumidores pasivos. Abominan de la internet abierta y sus mecanismos, aquellos que permitieron emerger fenómenos como el #YoSiTeCreo, el #MeToo o el #BlackLivesMatter. Sin ellos, seremos menos libres.