La culpa es del empedrado eléctrico
OPINIÓN

Recuerdo un episodio en el que el entonces alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, llegó tarde a un acto con el rey. Como entre campechanos andaba el juego, el primer edil madrileño culpó al tráfico de su retraso. Desconozco la respuesta de don Juan Carlos, pero imagino algo así: «Alcalde, pero si tú eres el responsable del tráfico en esta ciudad».
Nunca mejor dicho, el alcalde le echó la culpa al empedrado. Este dicho popular tiene su origen en la justificación que muchos ciudadanos daban a su torpeza cuando tropezaban culpando al empedrado que cubría las calles de los pueblos y ciudades, antes de que se popularizasen el cemento y el asfalto.
En el apagón registrado el pasado 28 de abril todos miran al empedrado. Pero realmente, en el sistema eléctrico, empedrado, lo que se dice empedrado, solo hay uno.
Red Eléctrica ejerce un monopolio natural por ley. Esta figura describe una situación en la que una sola empresa puede prestar un servicio de forma más eficiente que múltiples competidores debido a las altas barreras de entrada y economías de escala.
Así lo determina el artículo 34 de la Ley 24/2013, de 26 de diciembre, del Sector Eléctrico: «El operador del sistema será el encargado de garantizar la continuidad y seguridad del suministro eléctrico y la correcta coordinación del sistema de producción y transporte». El artículo 36 de esta misma ley obliga a Red Eléctrica a planificar las acciones —fundamentalmente, inversiones— que sean necesarias para «garantizar el desarrollo y ampliación de la red de transporte en condiciones de seguridad, eficiencia, calidad, objetividad, transparencia e independencia».
En consecuencia, de la misma forma que si se produce un corte del suministro eléctrico en un hogar la responsabilidad inmediata es del distribuidor (otro monopolio natural), si se va la luz en todo el país los focos señalan al operador del sistema de transporte, es decir, a Red Eléctrica, una compañía de mayoría de capital privado, pero evidente control público y político.
Con sus investigaciones, que incluso involucran al Centro Nacional de Inteligencia (CNI), donde trabajan «los espías», en lenguaje llano, y sus millones de datos en fase de análisis, el Gobierno parece querer encontrar un segundo empedrado, a ser posible más privado que Red Eléctrica y propiedad de «ultrarricos». Pero esta segunda excusa, que los anglosajones expresan como «el perro se comió los deberes», es difícil que llegue a buen puerto, al menos entre los que piensan más allá de las siglas partidistas.