Que no se emocione nadie, hay Sánchez en la Moncloa para rato. Lo que le queda al presidente son quince días de sufrimiento, si es que este hombre siente y padece, que no lo parece. Dentro de dos semanas el país entero estará en modo vacaciones, unos haciendo las maletas y otros peinando internet para encontrar ese vuelo o piso turístico de última hora. A nadie le importará un pimiento de Padrón o de Herbón que el Constitucional valide la ley de amnistía; que desde el Gobierno se ataque a los empresarios, los jueces y la prensa; que la televisión pública difunda bulos contra las fuerzas de seguridad del Estado; que el hermano del presidente esté procesado y su esposa imputada; que se premie a las regiones más derrochadoras e insolidarias como Cataluña; que la inflación siga disparada, el paro juvenil lidere la UE y los okupas puedan seguir en tu casa durante años (y ahora sin necesidad de patada en la puerta). Pedro Sánchez sabía muy bien lo que hacía cuando convocó a los españoles a las urnas un 23 de julio hace dos años. Y encima el PP le siguió el juego con aquella campaña de #VeranoAzul, que todavía se puede ver en YouTube pero que en la web del partido lleva a un fatídico «Error 404». Los votantes populares se quedaron en la playa, obviamente. Pero los estrategas de Feijoo siguen empecinados: congreso del PP en julio, que seguro que eclipsará a la fase final del Mundialito y Wimbledon. Son unos cracs.