El apagón que iluminó las sombras del sistema eléctrico español

Abelardo Reinoso ASESOR EN ENERGÍA Y REDES ELÉCTRICAS

OPINIÓN

Fernando Otero | EUROPAPRESS

01 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El blackout que se produjo el pasado 28 de abril no puede interpretarse únicamente como un fallo técnico aislado. Se trata, más bien, de una manifestación de las tensiones acumuladas en un sistema eléctrico sometido a una presión creciente por el rápido despliegue de generación renovable y una demanda que permanece estancada en niveles similares a los de hace una década.

La desconexión repentina de dos centrales en el suroeste peninsular habría provocado una perturbación de tensión significativa en la red. Este tipo de eventos, si bien no son infrecuentes, ponen de manifiesto la creciente fragilidad del sistema ante situaciones que antaño podían ser absorbidas sin consecuencias graves, gracias a una mayor presencia de tecnologías de generación síncronas con capacidad de inercia.

Más allá del origen puntual, el suceso pone en evidencia las limitaciones de un marco de operación del sistema eléctrico que no ha evolucionado al ritmo de la transformación tecnológica del parque de generación. La integración masiva de tecnologías intermitentes, sin un acompañamiento proporcional en capacidades de respaldo, almacenamiento y gestión de la demanda, compromete la estabilidad del sistema y eleva el riesgo de pérdida de suministro.

La narrativa dominante que impulsa una electrificación total basada exclusivamente en renovables, sin resolver antes los cuellos de botella regulatorios, operativos y de red, ha derivado en un sistema sobreinstalado pero insuficientemente preparado para responder a eventos críticos. En paralelo, los costes para los consumidores aumentan, al tiempo que se erosiona la fiabilidad del suministro, con implicaciones directas sobre la competitividad industrial y la calidad de vida.

Es inadmisible aprovechar este incidente para señalar a las centrales nucleares como «un problema» durante la gestión del apagón. La actuación de las centrales nucleares durante la contingencia respondió a los protocolos establecidos para preservar la seguridad operativa, mientras que la recuperación del sistema se apoyó fundamentalmente en la generación térmica y en las interconexiones internacionales, particularmente la francesa, que aporta energía de origen nuclear que es rechazada cuando se trata del Almaraz de turno.

Este episodio refuerza la necesidad de una revisión en profundidad del modelo de planificación energética, del diseño del mercado eléctrico y de la gobernanza del sistema, que debe mantenerse alejado de inferencias políticas. Es preciso avanzar hacia una red resiliente, no solo renovable, capaz de garantizar la continuidad y calidad del suministro en un entorno técnico cada vez más exigente.

La transición energética requiere ambición, pero también rigor técnico, estabilidad regulatoria y visión estratégica de largo plazo para no volver a vernos en el próximo apagón.