Un test de estrés a las inversiones públicas

simón rego vilar ADMINISTRADOR CIVIL DEL ESTADO

OPINIÓN

Una excavadora trabaja en la retirada de los lodos acumulados en la ría de O Burgo, en una imagen de archivo
Una excavadora trabaja en la retirada de los lodos acumulados en la ría de O Burgo, en una imagen de archivo Eduardo Pérez

09 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo que ves es todo lo que hay. Es el principio «WYSIATI» a través del cual el nobel de economía Kahneman explicaba uno de los sesgos cognitivos que determinan las limitaciones a la hora de conformar nuestros juicios y decisiones. Vivimos en la comodidad de la visión túnel donde no hay espacio para evidencias alternativas, lo único que importa es ser capaz de conformar un relato coherente en base a la información disponible, con independencia de su calidad y cantidad. Construimos relatos sobre decisiones más basadas en intuiciones que en evidencias contrastadas y evaluadas antes y después.

En un contexto en el que el peso del sector público en la economía supera con creces el 40 %, donde los gobiernos autonómicos y locales —a pesar de la «maldición» del 12 % en el que parecen anclados estos últimos en los últimos 40 años— concentran 1 de cada 2 euros de gasto público, y donde son múltiples las voces, desde diferentes ámbitos y posiciones, que abogan por apostar por un papel estratégico de la inversión pública para hacer frente a las incertezas excesivas y riesgos asociados —crisis climática, nueva política industrial, la transformación de la inteligencia artificial, la desigualdad creciente, entre otros muchos—, cabría plantearse si sería factible un nuevo marco de decisión y evaluación de las inversiones públicas, que vaya más allá del tradicional «a más recursos, mejores resultados» y el permanente modo «apagafuegos» en el que parecemos instalados, sin analizar escenarios alternativos vinculados a la eficiencia del gasto público, su sostenibilidad y resiliencia. La vía única de la eficiencia nos puede conducir a que cuando surjan acontecimientos imprevistos o crisis no tengamos capacidad de respuesta, de ahí la importancia de incorporar una previsión de escenarios y modelos alternativos, más allá de los resultados en el corto plazo.

En este sentido, en el mundo de las ayudas de Estado en el marco de la Unión Europea se formula un principio, uno de los posibles y complementarios, que se podría tener en cuenta a la hora de decidir en el ámbito público, junto con otros muchos como el énfasis en la evaluación y el efecto incentivador de las ayudas públicas. Se trata de la «prueba del operador en una economía de mercado», esto es, en circunstancias similares, un inversor privado de un tamaño comparable que operase en condiciones normales de una economía de mercado, ¿haría la misma inversión, con la misma reflexión y estudios? Es evidente que los principios y las prioridades son distintas, pero no se trata de importar sin más la lógica del operador privado, sino su metodología y justificación de la decisión. Al igual que el fraude público no es un evento sin víctimas, lo mismo sucede con las inversiones públicas que se realizan en un carril único, sin valorar escenarios alternativos.

En un artículo maravilloso publicado en este mismo diario hace unos años, el maestro y conselleiro excelso del Consello de Contas, Xaquín Álvarez Corbacho, titulado Perdedores —incluido en su obra póstuma imprescindible editada por el Consello de Contas de Galicia: Estado de Necesidad—, nos recordaba que «gobernar no es gastar, aunque algunos no lo entiendan». Lo dicho, quizás convenga releer al maestro Corbacho e intentar salir de la «miopía del túnel» cuando de decisiones que afectan al futuro de las próximas generaciones se trata. Si solo hay una solución, quizás sin darnos cuenta estemos en las redes del «WYSIATI», consciente o inconscientemente.