La clase política española sigue mirando al dedo en vez de a la Luna. Mientras decenas de miles de voluntarios se autoorganizan para socorrer a unos vecinos desesperados por la falta de respuesta rápida del Gobierno central y del autonómico —dos semanas han pasado ya desde las lluvias torrenciales y la nueva dana ha pillado a las víctimas con el alcantarillado sin reparar y sus casas sin limpiar por falta de medios—, nuestros políticos siguen emperrados en el «y tú más», sin que ninguno reconozca lo que ha hecho mal. Y eso no satisface a nadie más que a ellos mismos, con espectáculos tan tristes como el de este miércoles en el Congreso. O el que previsiblemente protagonizará Carlos Mazón el viernes en el Parlamento valenciano.
De nada sirven los reproches entre diputados para las 215 víctimas mortales ya confirmadas. Tampoco aliviarán el dolor de sus familiares y amigos. Y ni siquiera servirá para paliar los destrozos que miles de familias intentan superar desde la tarde del 29 de octubre. El despliegue de tropas sigue siendo insuficiente. La maquinaria reclamada para desatascar calles y garajes no llega y tiene que ser la empresa privada la que provea medios que deberían ser movilizados por empresas que cobran del sector público, como Tragsa, bajo el mando de políticos competentes.
Todo el drama que se vive en las calles de Algemesí, Sedaví, Paiporta, Chiva y decenas de pequeños pueblos que quedarán instalados en nuestra memoria no se soluciona con una comisión de investigación, que, como casi todas, no servirá para nada.
Quizá nuestros 350 diputados, sus asesores, los guardias que les vigilan y todo el aparataje que les acompaña serían más útiles socorriendo a los afectados por la dana en la zona cero. Pero en la carrera de San Jerónimo hay otras cuestiones más urgentes y mejor remuneradas, como repartirse los quince asientos del consejo de administración de RTVE, para lo cual ya se ha votado dos veces y este viernes se someterá la tercera.
Luego, les molestan frases como «solo el pueblo salva al pueblo». Es la antipolítica, dijo Sánchez. Estado somos todos, insistió. Pero el espectáculo demuestra la incapacidad de buena parte de la clase política en esta tragedia. Las inundaciones que anegan muchas localidades del Mediterráneo no pueden esconderse detrás de las palabras vacuas de quienes cobran por solucionar nuestros problemas. O de quien, al menos, no debería agravarlos. Escuchar a la ministra de Defensa, Margarita Robles, en otros tiempos la mejor valorada del Ejecutivo, presumir en la tribuna del Congreso de que los 120.000 soldados del Ejército están a disposición de quien los pida no tranquiliza a nadie. Catorce días después, de los diez mil militares prometidos por Sánchez, apenas ha llegado a la zona cero el 80 %. La segunda dana ha desatado la misma ola de problemas que la primera. El hombre sigue siendo el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. O se ahoga en la misma gota fría. Una pena.