
Huesos y raíces. Plantas, animales. Perros que aúllan con la panza reseca de barro. Coches. Miedo. Miles. Coches cubiertos de barro o sumergidos, flotando a la deriva, taponando calles, apilados de forma caótica. Llenos de gente o vacíos. Charcos. Capas de lodo. «¿A dónde va esa mujer, ahora que es casi de noche, arrastrándose con una alcuza en la mano?» Gente. Hombres y mujeres. Niños empujando electrodomésticos y electrodomésticos empujando niños. Montones de trastos: colchones, camas, bidones, alambres retorcidos, lavadoras, sofás, sillas, jaulas sin pájaro. Bombas de achique, mangueras. Ulular de sirenas. Miedo y «paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna». Fotos de caras sucias de barro. Abrazos de sangre y lodo. Camillas con blancos cuerpos. Gritos. Ira. Fuera. Asesino. Carretillas llenas y llenas de miedo. Sumideros y alcantarillas obstruidos por hojas, ramas y basura y equipos de limpieza y emergencias. Escobas, cepillos, palas, cubos. Riadas de voluntarios: una larga serpiente negra que se desplaza cabizbaja. Dijo Octavio Paz:
Llorar es hablar sin voz.
Llorar es estar callado.
Llorar es todo el tiempo, llorar sin tiempo.