Acompañar a los niños en el duelo
OPINIÓN
La muerte es un fenómeno que, paradójicamente, nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Este fenómeno es vivido de manera distinta en las diferentes culturas, lo que está asociado a la educación y al modo de vida de cada sociedad.
El duelo, es un proceso de transición que supone una afirmación del fin de la vida, aunque, paradójicamente, es también la afirmación de la continuidad de la vida. Si no existe acompañamiento o si es deficitario, la elaboración de dicho duelo puede acabar revertiendo consecuencias tanto psicológicas, como emocionales o de afrontamiento de otras situaciones a lo largo de la vida. Un acompañamiento eficaz debe estar fundamentado en la pedagogía.
En el caso de los niños, si bien no perciben la muerte como los adultos, la sienten. Por tanto, viven también el proceso de duelo. Ellos no se están preparando para la vida, pues ya la están viviendo, y es inevitable encontrarse con la muerte de un ser querido.
No hay recetas cerradas para estas situaciones, pero sí hay orientaciones para transitarlas. Quizá no debamos preguntarnos: «¿cómo actuar en esta situación?», sino «¿cómo actuar con este niño concreto en esta situación?». Tampoco se trata de responder al «¿cómo se lo explico?», sino al «¿cómo lo acompaño?».
Es importante:
1.- No mentir, pues descubrir la verdad despertará desconfianza.
2.- Hablar con claridad, evitando frases hechas y eufemismos.
3.- Permitir la expresión de emociones, sin estimularlas, reprimirlas ni interrumpirlas.
4.- Entender que el proceso de duelo no es lineal ni gradual, no debemos acelerarlo.
5.- Ofrecer información sobre las causas de la muerte adecuadas a su desarrollo evolutivo.
6.- Evitar consolidar o fijar miedos existentes.
7.- Debemos transmitirles que queremos y podemos compartir con ellos sus sentimientos: «estoy a tu disposición para acompañar tu dolor, tu llanto, tu rabia, tu silencio, tu no entender qué sucede o por qué ha tenido que ocurrir... Cuando tú me necesites».
8.- Ante la pregunta: «¿a dónde se ha ido?» o «¿hay vida después de la vida?», lo propio, sea cual sea nuestra filiación confesional, es contestar: «no lo sé». Podemos añadir esta respetuosa y rigurosa observación: «a mí me gusta creer que…, pero saber, no lo sabemos. Lo importante es lo que tú pienses, lo que tú creas». Debemos aceptar que no tendremos respuestas a todas las preguntas, pero tampoco debemos evadirlas.
Existe una amplia variedad de cuentos para introducir el concepto de muerte de forma progresiva; así, los niños pueden ser conscientes de que esta existe, aunque no conozcan todas sus consecuencias.
Llegados a este punto, hay que aclarar que una pedagogía sobre la muerte se torna fundamental, ya que los niños mostrarán curiosidad por el tema, y es solo la socialización a través de una cultura tabú la que trae consigo un imaginario sobre la misma que puede llegar a ser patologizante. Por tanto, es necesario concienciar a los educadores de la importancia de llevar a cabo una pedagogía preventiva sobre la muerte; y así, ayudar a los niños a afrontar las pérdidas a lo largo de sus vidas.