Una catástrofe natural produce un alto impacto en la comunidad que la sufre, pero también en el resto de la población, que asistimos a lo sucedido a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. En este tipo de situaciones, la rapidez con la que sucede, la pérdida de vidas humanas, la destrucción de bienes materiales e infraestructuras y la percepción de peligro de la propia vida en los afectados retrasan la recuperación de la normalidad.
Es innegable el importante papel que todos los profesionales de emergencia (bomberos, policía, militares, agrupaciones de protección civil, personal sanitario, etcétera) tienen desde el principio en el proceso de restauración de la normalidad en la comunidad afectada. Estos días podemos verlo en las tareas de rescate, de atención sanitaria, de desescombro, de drenaje de aguas, de restablecer comunicaciones, de reparto de alimentos y útiles de primera necesidad. En un primer momento, la prioridad es cubrir las necesidades básicas de la población: lugar seguro, alimento, ropa de abrigo, medicación en caso de enfermedades crónicas... No obstante, los psicólogos de emergencias también tenemos un papel crucial en las catástrofes naturales, tanto con la población afectada como con los y profesionales intervinientes y los gestores de la emergencia.
El impacto emocional que produce en los supervivientes genera múltiples reacciones emocionales como bloqueo, miedo, impotencia, tristeza, rabia o culpa. Todas ellas acompañadas de la incertidumbre de cuándo van a encontrar a sus familiares desaparecidos, cuándo podrán volver a sus casas, de si podrán conservar sus trabajos, cuándo recuperarán la normalidad en sus vidas… Pensamientos que agravan su sufrimiento y su malestar. La atención psicológica a corto, medio y largo plazo es necesaria para una gestión adecuada de esas emociones, junto con un correcto procesamiento e integración de lo vivido, para facilitar el proceso resiliente y la recuperación de los afectados. Los profesionales intervinientes también pueden llegar a generar estrés, ansiedad y a padecer la misma sintomatología que la población al estar en contacto directo con el sufrimiento humano. Es necesario que estos profesionales descarguen la tensión emocional que van acumulando durante sus turnos de trabajo y que prioricen un adecuado autocuidado para evitar el desgaste psicológico. Desde la dirección de la emergencia es esencial considerar el impacto psicológico de sus acciones para no agravar el sufrimiento existente en las comunidades.
En Galicia, el Grupo de Intervención Psicolóxica en Catástrofes e Emerxencias (GIPCE) del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia hace 27 años que mantiene convenio con la Consellería de Presidencia, Xustiza e Deportes para que a través del 112 ofrezca apoyo psicológico a las personas afectadas por situaciones de emergencia y catástrofes como la que se está viviendo estos días en Valencia. Integrar la atención psicológica en los protocolos de emergencia no solo facilitará la recuperación emocional de las comunidades, sino que también contribuirá a la resiliencia colectiva, asegurando que se aborden tanto las necesidades físicas como las emocionales en tiempos de crisis.