José Miguel Basset, jefe del Consorcio de bomberos de Valencia, mira hacia el ramo de micrófonos que tiene delante y comienza a hablar. A señalar como una acción sencilla, como pulsar un botón, está dificultando de por sí una labor muy difícil, en lo físico y en lo emocional. Sin tiempo a la recuperación, ni siquiera a un respiro, ya no se trata de combatir una dana, sino otra presa que se desborda: la de la desinformación.
Basset levanta la cabeza y mira con intensidad cuando habla de los problemas de coordinación debido a las fake news, bulos sin sentido que se extienden por unas redes sociales. Ahora es un ruido ensordecedor, dañino, lo que anega las redes sociales con, digámoslo claramente, mentiras. Se ha hablado de evacuaciones, de rotura de presas, de desbordamientos. Nada de ello ha ocurrido, pero sí ha entorpecido las labores urgentes y necesarias de los equipos de emergencias y, reconocía el portavoz de los bomberos, incluso problemas de orden público.
Sí, hace falta autocrítica. Sí, es necesaria una revisión profunda de esta profesión. Pero estamos aprendiendo, por las malas, que el descrédito del periodismo solo trae más problemas. Que compartir información sin contrastar, que difundir noticias falsas, tiene graves consecuencias para la población. No dejemos que esa presa sí se desborde.