Las alcaparras son las flores de la alcaparra, denominada botánicamente Capparis spinosa, una planta originaria de Asia que se ha extendido por varios países mediterráneos. A pesar de que su forma y color puedan recordarle a las aceitunas, su sabor es diferente y más fuerte, y también son distintas en lo que se refiere a su valor nutricional.
En su composición química destacaría que aportan muy pocas calorías (aproximadamente 26 por cada 100 gramos) y la presencia de agua (hasta un 85 % del peso total). Contienen proteínas, hidratos de carbono, fibra, vitaminas (A, C, K y E), minerales (calcio, potasio, hierro y magnesio) y flavonoides, fundamentalmente.
Suelen consumirse encurtidas en una solución de vinagre y sal o curadas en sal. El método de encurtido es el más común, pero el curado empleando sal exclusivamente evita el sabor a vinagre. Aunque su consumo aporte ciertos beneficios, es necesario considerar la cantidad de sal que contienen y no abusar de ellas.
Forman parte de numerosas recetas de cocina de países diferentes. La cocina italiana las emplea para elaborar pizzas, pasta, ensaladas, pescados o carnes; la cocina francesa las utiliza para hacer tapenade combinándolas con aceitunas negras y anchoas, y la cocina escandinava las emplea para preparar salsa tártara y las utiliza en la conservación de pescados (como el salmón, el bacalao, la trucha, los arenques, el atún o el bonito).
Podrían considerarse un ingrediente interesante para añadir a recetas habituales y aportar un sabor amargo, ácido y fresco a los platos. Debido a su intenso sabor, una pequeña cantidad será suficiente y pueden encajar bien en platos como la paella, con verduras como la coliflor o el repollo, con pescados como el bacalao o el salmón, para preparar una ensalada de ahumados con vinagreta de alcaparras y para dar un toque especial a la ternera o al conejo, por ejemplo, añadiendo una salsa elaborada con alcaparras.