Con motivo de la presentación del excelente informe sobre la reforma de la planta municipal gallega, de la Fundación Juana de Vega, se ha vuelto a poner sobre la mesa un debate que aparece como el Guadiana: la necesidad o no de reducir la actual planta municipal gallega de 313 municipios.
Y el debate es que tenemos una planta municipal de 1840, cuando ir de Vigo a Baiona o de Coruña a Arteixo te llevaba varias horas, andando o en la burra. La situación de 1840 no es que sea diferente, es de otro planeta. Nadie con dos dedos de frente puede creer que este modelo municipal gallego y español, creado hace dos siglos para una sociedad rural que salía casi de la Edad Media, vale para una realidad radicalmente distinta, infinitamente más urbanizada, digital, móvil, compleja, próspera…
La clave del asunto es si un modelo municipal de menos municipios sería beneficioso o no para los ciudadanos y la respuesta es que, sin duda, sí.
Una reducción de ayuntamientos aumentaría por un lado la calidad y cantidad de sus servicios prestados a los ciudadanos, reduciendo su coste medio. Las economías de escala o gasto por unidad del servicio prestado por el concello se reduciría al aumentar la población. Cualquier servicio prestado en la actualidad por un ayuntamiento (sea recogida de basuras, ayuda social, ciclo completo del agua, gastos en urbanismo, diseño y construcción de infraestructuras, ocio, cultura, transporte urbano en las grandes áreas metropolitanas) costaría menos por ciudadano, al estar involucrada más población. En la inmensa mayoría de los casos, estos servicios los prestan ayuntamientos con un número muy reducido de habitantes, lo que implica una presión fiscal más elevada que en los ayuntamientos de mayor tamaño.
Es decir, con una estructura municipal menor, parece seguro que recibiríamos unos servicios más amplios y mejores con menos recursos por habitante.
Y esta mejora en la eficiencia en la gestión local como resultado de una disminución del número de ayuntamientos parece que es captada por la ciudadanía: según el mencionado informe, más del 80 % de los gallegos estarían a favor de las fusiones. ¿Y qué criterios seguir para una nueva planta municipal? Un criterio obvio es el tamaño. Los microayuntamientos de menos de 5.000 habitantes tienen en la actualidad un problema muy grave de sostenibilidad económica, con un altísimo coste percápita y una gran dependencia de las transferencias del Estado.
Pero también parece muy recomendable la fusión de municipios para el caso de las áreas metropolitanas. Son municipios de mayor población, pero también traería beneficios para sus ciudadanos. Pensemos en Coruña o Vigo, con unas altísimas conurbaciones o continuidades urbanas: el crecimiento demográfico y económico de la zona provoca que los municipios del área tengan una absoluta continuidad urbana. La gestión de los servicios prestados por la decena de municipios que constituyen esas áreas metropolitanas sería de mayor calidad y a menor coste y mucho más eficaz que los actuales consorcios o mancomunidades.
¿Y qué se ha hecho en otros países? En casi todos los países de Europa y OCDE llevan reduciendo su número de ayuntamientos desde la década de los 70 del pasado siglo. Normalmente no fue voluntaria, fue impuesta bien por sus gobiernos (Austria, Alemania, países nórdicos, Bélgica, Reino Unido…) o por la troika europea en los casos de los países intervenidos, Grecia y Portugal (este último, con el triple de extensión que Galicia, tiene 278 ayuntamientos, sin contar las islas).
¿Y cuál sería el mapa municipal óptimo para Galicia? Galicia cuenta con una estructura de 53 comarcas creada hace 3 décadas por la Xunta de Galicia por agrupación de municipios de características socioeconómicas similares.
Esta agrupación de los 313 municipios gallegos en 53 comarcas puede servir como base para el futuro marco municipal gallego. Esta estructura comarcal actualmente se utiliza para analizar a través del IGE (Instituto Galego de Estatística) sus variables económicas y demográficas y para hacer diversos estudios socioeconómicos.
Pero para tranquilidad de los 313 alcaldes y miles de concejales y para desgracia de millones de ciudadanos gallegos, aquí nunca se producirán fusiones de importancia.
Al plantearse de manera voluntaria encontrarán el rechazo frontal de la mayoría de políticos municipales temerosos de perder su actual puesto de trabajo. Es la clase política que tenemos, pero… ¿es la que merecemos?