Alvise Pérez se presentó a las elecciones europeas en busca de inmunidad parlamentaria. Logró su objetivo con una campaña cuñadista basada en redes sociales, dirigida desde su fortaleza de Telegram, donde tiene un canal con casi 400.000 seguidores.
¿Cuál será el impacto de la bien pagada presencia de «Se acabó la fiesta» en la política comunitaria? Cero. ¿Le importa? No. Sabía el ultraderechista sevillano, un experto en facturar bulos, que le iba a hacer mucha falta blindaje legal. Por su historial de condenas por difamaciones, calumnias y publicación de imágenes del ámbito privado de personas públicas e incluso menores, como la hija de Pedro Sánchez. Y por un montón de chanchullos que empezamos a conocer.
Las campañas electorales, aunque sean digitales y guionizadas con relatos épicos de saldo, cuestan dinero. ¿De dónde lo sacó Alvise? En la declaración sobre sus intereses presentada ante la Eurocámara, decía no tener remuneración, solo donaciones. Hoy sabemos que la Fiscalía lo investiga por recibir dinero en metálico -100.000 euros- de un chiringuito de criptomonedas (hoy quebrado) antes de las elecciones. Buscaba desesperadamente fondos que no estuvieran «controlados por el Tribunal de Cuentas». A cambio, el mesías de la conspiración ofrecía legislación si era la llave de un hipotético Gobierno tripartito con Feijoo y Abascal. Eso sí que hubiera sido una fiesta. Rachada.