Nuevo curso. Repasemos retos. El primero y más importante es resistir para sobrevivir. En un entorno tan hostil como el que se ha venido dibujando, sobrevivir es la meta; resistir, la única herramienta. Unir ambas, una heroicidad.
Nunca se ha mancillado tanto la libertad, la iniciativa individual, la asunción de riesgo con la lícita esperanza de alcanzar un beneficio. Soportamos un caos regulatorio, un infierno fiscal, un expolio permanente de los recursos que producimos con nuestro esfuerzo y la restricción de los ámbitos de libertad de los que aún nos beneficiábamos los autónomos; todo ello propicia la desaparición, lenta pero irreversible, del empleo autónomo tal como lo hemos conocido en las últimas décadas.
El pasado julio se perdieron en España 17.810 autónomos en relación con el mes anterior, 574 menos cada día. En Galicia perdimos 770 en el mismo período (25 autónomos menos cada día de julio). Y la tendencia continúa.
Todo el trabajo de los sucesivos legisladores va en la línea de eliminar por asfixia a un colectivo para sustituirlo por una nueva figura, de facto «tutelada» por el poder político, aunque sin garantizarle ingresos, salarios o jornadas mínimas, solo obligaciones.
El ejemplo más reciente es el nuevo sistema de cotización por ingresos del RETA. Hoy se cotiza por unos tramos y cuotas decididos de antemano por el Gobierno, de obligado acatamiento para el autónomo. Mañana subirán o bajarán según la conveniencia del primero; lo que no va a volver es la libertad arrebatada al colectivo para elegir libremente la base y la cuota más ajustada, no ya a su capacidad económica, que también, sino simple y llanamente, a su «deseo». Esta es la clave de bóveda del nuevo sistema: se elimina la libertad de decisión del autónomo y se impone la decisión del Gobierno, de obligado cumplimiento.
Corren malos tiempos para la libertad. Como no, para la libertad económica, para la economía de mercado libre y para la supervivencia de los autónomos.
España crece únicamente por el empuje del sector público, cada vez con mayor peso en la economía. El gasto público crece sin medida; casi todo el empleo que se crea es público, pagado con nuestros impuestos y con una deuda pública que tampoco para de incrementarse y que pagarán nuestros hijos y nietos; la inversión privada no despega; nos hemos cargado sectores básicos como el comercio y ahora parece que queremos cargarnos la única gran industria que nos va quedando: el turismo. Ahorrar es una quimera y los jóvenes no pueden acceder a empleos de calidad ni a una vivienda, mientras que la inseguridad crece exponencialmente en nuestros pueblos y ciudades.
Por lo demás, otros retos esperan al autónomo si superamos el primero y anteriormente explicado. Los enumero: acceder a pensiones dignas, conseguir una fiscalidad menos agresiva, la digitalización del colectivo, los planes de relevo generacional, la simplificación administrativa, la prevención de riesgos laborales, potenciar la cultura emprendedora o la regularización de las cuotas del nuevo RETA. Estos son solo algunos de los muchos asuntos que están sobre la mesa para el debate en los próximos meses.