En Venezuela, una cuarta parte de la población ha emigrado, por motivos políticos pero también de subsistencia. Emigración provocada por la evolución del chavismo, donde Venezuela pasó de ser una democracia a un autoritarismo y, finalmente, una dictadura con Maduro.
Hay migraciones olvidadas. La de gallegos a Portugal o Brasil, la de portugueses a Galicia, e incluso la de gallegos a Venezuela. Y no por ser de importancia menor, sino porque en nuestro imaginario cultural la emigración americana era a Cuba o Argentina. Muy por detrás están Venezuela,o aquel México republicano. Si bien los sucesos de algunos países (Colombia, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala o Haití) nos han resultado menos impactantes debido a una menor proximidad emocional con ellos, e incluso a una repercusión escasa del conflicto en Europa.
En Galicia, la tragedia venezolana está próxima por ser país de destino de gallegos antes y de acogida de los venezolanos que buscan vida ahora. En 1960, los gallegos se dirigían sobre todo a Venezuela, un 45 % de los emigrados. Y ello cuando el ciclo americano había dado paso a la emigración interior y europea. Del millón cuatrocientos mil gallegos fuera de Galicia en 1993, medio millón estaba en el resto de España (Madrid, Cataluña, País Vasco y Asturias). Un cuarto de millón en Europa (Francia, Alemania y Suiza) y otro medio millón largo en Latinoamérica. Hoy quizá sea Madrid un nuevo Miami de algunos venezolanos.
Leo a la nicaragüense Gioconda Belli y no puedo menos que entender su diagnóstico de esas dictaduras señaladas por Human Rights Watch (HRW) o por The Economist, situando Venezuela como el país menos democrático de Latinoamérica. Unas dictaduras derivadas de una «izquierda perpetua», versión criolla, según Belli, de la dictadura del proletariado. Algo que se ha evidenciado luego del fracaso de las políticas aperturistas de EE.UU., por su interés en el petróleo, con el deterioro irreversible del Acuerdo de Barbados. Un acuerdo de octubre del 2023 entre el Gobierno de Maduro y la oposición, con refrendo diplomático, en el que se garantizaban elecciones libres en el 2024. Incumplimiento evidente no solo impidiendo a la oposición elegir a sus candidatos, inhabilitando burdamente a María Corina Machado, persiguiendo y también encarcelando a miembros de la oposición y negando la victoria de la Plataforma Unitaria, para proclamarse Maduro vencedor. Sin aportar la evidencia de las actas electorales exigidas por numerosos países. Lo que provocó la persecución del candidato Edmundo González, asilado en España dada la amenaza para su libertad y su vida que suponía el régimen de Maduro. Una dictadura de esas «izquierdas perpetuas», tan semejante a las de esas «derechas perpetuas», pendientes de que Maduro no ceda, o que la presión internacional (un acuerdo entre Brasil, Colombia, México y EE.UU., con soporte común europeo) le obligue a una conciliación con la Venezuela Unitaria de Machado. Para llegar a enero.