Comienza el curso y la gran pregunta es cómo podrá aguantar Pedro Sánchez en la inmensa precariedad política en la que se mueve. El presidente del Gobierno intenta evitar unas nuevas elecciones porque sabe que los vientos soplan a favor de la derecha, pero también es cierto que la realidad en la que se desliza es la ingobernabilidad absoluta.
Sánchez está atado de pies y manos por la derecha y por la izquierda. Sabe que resulta casi imposible que aquello que apoye ERC lo avale también Junts y es consciente de que Podemos y Sumar se le van a revolver también.
Y todo ello salpicado por el caso Begoña Gómez, una piedra en el zapato del dirigente socialista que no se podrá quitar de encima hasta que se sustancie el tema judicialmente. Hasta ahora, ha quedado demostrado que, de alguna manera, la esposa del líder del Ejecutivo se ha beneficiado de su posición para el desarrollo de su carrera profesional, pero de ahí a que se hayan cometido delitos dista un mundo. Y eso es a lo que se acogerán en Moncloa.
Pero haría muy mal la oposición, sobre todo Feijoo, en confiarse con la situación de su adversario político. Si algo ha demostrado Pedro Sánchez es que se mueve con maestría en la citada precariedad y que ha sabido sacar beneficio de las debilidades de los demás. Vamos, que no solo se benefician de él los independentistas y la izquierda más a la izquierda, sino que él saca tajada de sus extraños compañeros de viaje.
Resulta curioso, pero se ha generado un hábitat en el que todos están encadenados por la necesidad que tienen los unos de los otros. ERC está en uno de sus peores momentos, pero logra ser relevante apoyando a Illa y sometiendo al Gobierno de España a un cupo incalificable. No le va bien apoyando a un partido del Estado del que pretende desligarse, pero al mismo tiempo es casi la única salida que tiene. Con Junts pasa parecido. ¿Con quién le va a ir mejor al partido de Puigdemont?
Y luego tenemos a Yolanda y a Podemos, que configuran esa atrabiliaria izquierda que quiere asomar la patita, pero que cada día lo tiene más complicado. Sumar puede pasar a la irrelevancia absoluta entre aquellos que la abandonan cansados de sus guerras, quienes se van con Pedro Sánchez y los que vuelven a Podemos. A esta izquierda le interesa marcar diferencias con el Gobierno, pero al mismo tiempo no se puede permitir el lujo de dejarle caer.
En definitiva, que el escenario político español se ha convertido en un lío colosal, que diría Mariano Rajoy, que está condenado a estallar y a reventar por todas sus costuras. ¿Podrá el Gobierno votar unos presupuestos? ¿Podrá aprobar aquellas leyes que se proponga?
Parece que nada de esto será posible, salvo que la pericia de Pedro Sánchez y su famosa resiliencia le permitan torear a una derecha que siente que, esta vez sí, el poder no se le va a escapar. Y, sobre todo, pueda llevar a cuestas a unos socios de Gobierno que se asemejan al camarote de los hermanos Marx.