Existe un dicho popular que recoge que un hecho es más feo que pegarle a un padre (o a una madre), para referirse a algo o a alguien cuya conducta es deplorable. Estos sucesos últimamente están siendo frecuentes, o por lo menos se denuncian más que antes, y se denominan violencia de hijos a padres o violencia ascendente.
Un vecino de Bueu fue detenido e ingresado en prisión provisional días atrás por pegarle una paliza a su madre, la cual tuvo que ser ingresada en la unidad de cuidados intensivos. ¿Qué tipificación le da nuestro Código Penal a una atrocidad cómo esta? De hecho, el investigado lo está siendo «por un delito de homicidio en grado de tentativa con la agravante de parentesco o, subsidiariamente, por un delito de lesiones graves en el ámbito de la violencia doméstica». Este hombre, años atrás, tuvo una orden de alejamiento de su madre, por lo cual ya llueve sobre mojado.
A nadie se le escapa que denunciar a un hijo es una de las peores situaciones a vivir por un ser humano. Poner en manos de la justicia a quien más quieres no es fácilmente llevadero. No obstante, mi experiencia profesional me dice que en ocasiones es el único remedio para llegar a tiempo y que la situación no acabe en tragedia. Si no se denuncia volverá a ocurrir y, al final, el cántaro se romperá de tanto ir a la fuente. Por mucho que duela admitirlo, solo después de que los tribunales intervengan se tomarán medidas del tipo que sean encaminadas a la reinserción de estos agresores. Lo contrario es engañarse a uno mismo.