Cataluña es esdrújula, es compleja. Por eso coinciden escépticos y utópicos en que al prófugo Puigdemont, para ser histórico, le ha faltado la épica. De hecho, ha acabado siendo más patético que cómico. Al que había sido el molt honorable president de la Generalitat le ha faltado honorabilidad, es decir, dignidad, pues, menos a sí mismo, ha traicionado a todos, excepto a sus esdrújulos cómplices, ya que, como define la RAE, son cómplices las personas que, sin ser autoras de un delito, cooperan a su ejecución con actos anteriores o simultáneos; por ejemplo, los de Junts que arroparon al prófugo en su farándula céntrica y despistaron a los Mossos en su anárquico tránsito hacia el Parlament.
Illa es el nuevo molt honorable. El título, medieval, sentaba bien a presidentes históricos (Maciá, Companys, Tarradellas). Regulado en la democracia, presidentes como Pujol, Puigdemont o Torra, condenados, fugados o inhabilitados, hicieron que cayese en descrédito. La geografía política también es aquí esdrújula. Illa refuerza la cuota de presidentes de Barcelona (Pujol, Maragall, Mas, Aragonés), tras el paréntesis de los presidentes de Girona (Puigdemont, Torra). Ser president está bien, pero ser expresident no está mal: pensión vitalicia con el 60 % del sueldo de su etapa presidencial, oficina con presupuesto propio, empleados, escoltas y chófer para coche oficial.
En la etapa democrática, salvo intervalos, casi siempre ha estado en el poder la derecha. Una derecha liberal y nacionalista, que se ha ido haciendo cada vez más clasista y secesionista. Esta conversión se fraguó durante el pujolismo, régimen de chantaje y comisión, disfrazado de pragmatismo y moderación. Dado que siete de cada diez catalanes residían en el área metropolitana barcelonesa, se trataba de tener contenta a la derecha local, que mantenía a raya al movimiento obrero, y a la derecha madrileña, que hablaba catalán en la intimidad y nombraba español del año a un líder que evadía capitales.
La secuencia posterior es conocida: sentencia contra el Estatut, radicalización nacionalista por ambos bandos, descomposición de CiU, inanición del PP, subida y caída de Ciudadanos, irrupción de ERC, influencia de las CUP, referendo ilegal, república instantánea, fugas de empresas a Madrid, fugas a Ginebra o Waterloo, sentencias contra el procés, ineficacia durante la pandemia, indultos, amnistía, ascenso del PSC… Menos mal que Illa es un tipo práctico, que bien sabe que Cataluña es esdrújula.