«Más vale un mal acuerdo que un buen pleito», dice una de esas frases de la sabiduría popular que casi nunca defraudan. Hemos podido leerla y escucharla en redes y platós, a cuenta del pacto para renovar el Poder Judicial entre PP y PSOE.
La entente entre los dos grandes partidos ha descolocado a muchos y ha dejado fríos a otros, pero por regla general ha causado alivio a los que creen que hacen falta más acuerdos para hacer reformas con vocación de permanencia. Curiosamente, cuenta con las bendiciones del aznarismo y de Ayuso, siempre dispuestos a fijar doctrina y marcar territorio. Y de los referentes de la facción más centralista del partido del puño y la rosa.
¿Todos contentos? No. Las reacciones más alporizadas han venido de los extremos. De Podemos y de Vox, que usaron palabras gruesas como «rendición» o «traición». Los de Abascal son especialistas en desmarcarse de consensos y en poner en situaciones difíciles a sus socios políticos.
En Valencia, la alcaldesa popular, María José Catalá, que gobierna en coalición con Vox, ha decidido no poner la bandera arcoíris en el palacio municipal. Y lo ha justificado con una frase terrible y tremenda: «Si pongo la del Orgullo también pongo la del alzhéimer, la de la ELA, la del cáncer». ¿Habría dicho lo mismo si no estuviera sujeta a un pacto que parece un muy mal pleito?