Siempre me ha gustado la frase de Groucho Marx «nunca pertenecería a un club que admitiera como miembro a alguien como yo». Por mi parte, creo que el único carné de socio que he tenido es el del Cervo F. C., obviamente por motivos sentimentales. Sin embargo, en los últimos días he sentido la imperiosa necesidad de pertenecer a algún club.
Al parecer, el Club del Nabo reúne a grupo de jóvenes aristócratas millonarios de Norfolk al que pertenecen Kate Middleton, el príncipe Guillermo y Rose Hanbury, esposa del séptimo marqués de Cholmondeley. El nombre del club, que resulta tan misterioso como gracioso, se debe a sus reuniones en la campiña inglesa. Todos ellos poseen sus propiedades en tierras rurales, alejadas de las grandes urbes, y son, en su mayoría, cultivables. De ahí el nabo. No es que el territorio donde se reúnen esté plagado de nabos, básicamente hay grandes casas y jardines floridos como en Cholmondeley, pero ellos lo llaman así de manera coloquial; son tan rurales. Al parecer en su lengua natal se diría los Turnip Toffs que suena muy aristocrático, pero yo prefiero lo del nabo.
Por aquí somos más de otro tipo de clubes o agrupaciones. Hay la Orde da Vieira, la Cofradía de la Queimada, la de los Viños do Condado de Tea e Espumosos y hasta el Capítulo Serenísimo del Albariño, nombre que tratándose de bebidas alcohólicas es un poco extraño; pero nunca nos da por los clubes de vegetales.
No existe la congregación de la cebolla, la hermandade das patacas novas, ni siquiera la fraternidad del pimiento. Yo me haría socio de cualquier agrupación vegetal, desde el círculo del pepino a la mutualidad de las fabas lobas, pero con condiciones. Por ello, y para paliar este déficit, hoy me permito sugerir la creación del Club del Grelo. Su sede se situará en un valle del concello de Monfero y su símbolo será, obviamente, una manda de grelos. Si buscan en Wikipedia verán que «el grelo es el brote floral del nabo, en cuyo extremo aparecen las flores». Florece el Club del Nabo y se convierte en el Club del Grelo, ¡tome brexit, señora Hanbury!
Volviendo al comienzo, no me gustan los clubes y menos los de pijos; están llenos de ricos, emprendedores con dinero público, comisionistas de mascarillas, parientes de los políticos top de Madrid y pseudo aristócratas con mogollón de apellidos sólidos y cerebros líquidos. Sobre lo de Cholmondeley hay que ser muy pedante. ¡Pudiendo llamarle marqués de Val de Xestoso!