Dice mucho un amigo que Pedro Sánchez perderá las elecciones cuando el Real Madrid pierda una final de la Champions. Le suelo contestar que jamás ganó unas elecciones y que, comicio tras comicio, acumula los peores resultados históricos del PSOE. Pero me contesta con algo parecido a un «ya me entiendes» y, por supuesto, lo entiendo. Confío, sin embargo, en que la comparación se incumpla algún día sin esperar a que el Madrid pierda una final de Copa de Europa. Porque perder siempre por lo justo para poder seguir gobernando es un arte, pero un arte en el que juega un papel fundamental la suerte, porque las otras variables, claro, las descartamos. Mañana lo tiene más fácil: le basta con ganar a las encuestas. O más fácil aún: le basta con que el PP viva un domingo triunfal por la mínima. Que nadie sume bloques ni mayorías de investidura ni nada, ¿para qué?
Así que mañana volveremos a votar en términos inapropiados. Nadie sabe —o muy pocos — qué modelo de Europa defiende cada partido o qué medios o estrategias consideran necesarios para salir de la actual postración económica, política, social y, sobre todo, cultural que padece Europa. La cuestión radica en si escondemos la amnistía y dejamos que se ensañen con Begoña o al revés, una jugada entre House of Cards y Black Mirror.
Volveremos al colegio de siempre, como sísifos idiotas que no terminan de aprender lo que todo el mundo sabe: que estamos condenados a votar de nuevo a favor o en contra de Pedro Sánchez; y que volverá a perder y ganar a la vez. Porque también él define qué es ganar. Eso sí, muchos que votaban a su favor y contra la derecha votarán ahora solo contra la derecha. No le importa.