
El cambio climático es actualmente el principal problema ambiental a nivel global. La Unión Europea lidera esfuerzos con un compromiso firme en la descarbonización de la economía. Cada Estado contribuye a través de ambiciosos objetivos, como el de la implantación de energías renovables en el horizonte 2030.
En el caso de España, con excelentes recursos en forma de sol y viento, esta transición energética es una importante oportunidad económica, a través de la construcción de nuevas plantas, su operación y mantenimiento, y a través de su cadena de valor, fabricación de componentes y prestación de servicios.
Galicia, aprovechando sus recursos naturales, es referente en el campo eólico desde su primer parque, construido en Estaca de Bares en 1987. Con una potencia instalada de aproximadamente 4.000 MW, esta tecnología ha sido en el 2023 la que más GWh aportó al mix de generación eléctrica, más del 38 %.
Pese a ello, la dependencia energética sigue siendo enorme, de un 66,4 %, motivada por la alta importación de combustibles fósiles y que nos alerta de otros retos pendientes, como una mayor electrificación y el desarrollo del almacenamiento energético. Sobre la actual situación y las perspectivas del sector, que representa casi el 1 % de nuestro PIB, emplea a unos 5.500 trabajadores y cuyo desarrollo está paralizado, pudimos debatir en la última edición de Wind Galicia, jornada organizada por Cluergal este mes de mayo en Santiago. Allí tuvimos la oportunidad de escuchar a emprendedores y empresarios ligados a la fabricación y al desarrollo de servicios para el sector eólico.
Pudimos conocer cómo una empresa de montaje, creada hace menos de diez años, tiene al 99 % de sus técnicos gallegos trabajando por todo el mundo, esperando tener algún día la oportunidad de hacerlo en su tierra. También a otra empresa auxiliar que pudo reconvertirse hace varias décadas desde un sector que se cerraba, el de la minería de carbón, a la eólica, y que, ante la paralización, hoy se diversifica hacia otros sectores. Escuchamos también la génesis y desarrollo de la mayor fábrica de componentes de eólica y que hoy solo puede mirar a los mercados internacionales para poder mantener su actividad.
Son solo algunos ejemplos que nos recuerdan cómo el conocimiento generado de tantos años nos ha permitido llevar con orgullo la marca Galicia por todo el mundo, a través de ingenierías, de empresas de montaje y otros servicios, de componentes y tecnología fabricada en nuestra tierra. Un ecosistema que, en simbiosis con las capacidades del naval, ha sido fundamental para la creación de una cadena de valor de la eólica offshore con epicentro en Ferrol y ya con reconocimiento mundial. Exceptuando los años 2018 y 2019, la paralización del sector eólico dura 15 años. En ese tiempo, la cadena de valor ha tenido que internacionalizarse, reinventarse o diversificarse. Pero sigue aquí. Por eso, ahora pedimos un desarrollo eólico ordenado que, con el máximo respeto medioambiental y diálogo social, consolide y fortalezca una cadena de valor que se desarrolle en Galicia y genere riqueza en nuestro territorio, a través de sus empresas y trabajadores.