Acoplando el reloj al Sol

Jorge Mira Pérez
Jorge Mira EL MIRADOR DE LA CIENCIA

OPINIÓN

Reloj del Ayuntamiento en la plaza de María Pita
Reloj del Ayuntamiento en la plaza de María Pita M. M.

31 mar 2024 . Actualizado a las 19:43 h.

La Tierra es una bola que gira sobre sí misma en un eje que está 23.5 grados torcido respecto al Sol. Esto hace que sobre el ecuador el Sol salga y se ponga siempre a la misma hora y por lo tanto día y noche duren lo mismo. Pero en los polos pasan de 6 meses de noche continua a 6 meses de día continuo. En las franjas tropicales (las marcadas por los trópicos), las variaciones del ciclo día-noche no son muy acusadas. En las franjas polares (las marcadas por los círculos polares) lo son muchísimo, ya que en varios días el Sol no se pone nunca y en otros están siempre de noche. En las zonas intermedias (donde están el grueso de la Unión Europea y EE.UU.) hay una oscilación importante: en España bailamos entre las 9 horas de luz del invierno y las 15 del verano. Aumenta cuanto más al norte: en París, pasan de 8 horas en invierno a 16 en verano.

Esto quiere decir que desde tiempos inmemoriales los humanos que pisaron Europa tuvieron que hacer de modo natural su particular cambio estacional de hora para adaptarse a esas oscilaciones. A lo largo del siglo XX, el reloj sustituyó al Sol como regulador del ritmo diario de nuestra sociedad. Problema: el reloj va a piñón fijo, no reconoce los cambios estacionales, con lo cual nos induce a ir contra natura en el ciclo día-noche (ritmo circadiano). Si acabamos de hacer el cambio estacional de hora es precisamente para mitigar en parte esa deficiencia. Obviamente, los países tropicales no hacen el cambio estacional de hora. En el ecuador el Sol también va a piñón fijo.