El caso Koldo anega la escena política como un río crecido. Se ha desbordado sobre todo por la orilla izquierda, con riesgo de inundación masiva, pero también salpica ya por la derecha. Es normal. Las figuras que habitan en los patios traseros de las administraciones públicas buscando contratos jugosos no distinguen ideologías. Su única causa es el dinero. Petan en todas las puertas. Usan resortes para buscar negocio tanto con los suyos como con los otros.
Este caso tiene los ingredientes necesarios para causar impacto: personajes con gancho y escenas sórdidas. Una tuvo lugar, según las crónicas, en una marisquería asturiana situada en Madrid, La Chalana. Con Ábalos y su muy influyente antiguo escolta. No se sabe si fue un encuentro o un encontronazo, pero se convirtió en tendencia. Y puso al exministro, al que solo le falta ir al plató de Luar, en un brete.
No será el último. Otros relatos del pasado en Fomento le dan un barniz almodovariano a la trama, con altercados, karaokes y billetes de 500. Sería un material perfecto para hacer una versión española de la serie francesa Baron Noir. A caballo entre House of Cards y Los Soprano, y con un protagonista con aspecto físico que recuerda a los de esta trama, cuenta la venganza de un político sacrificado para parar un escándalo. ¿Su objetivo final? Llevarse a todos los que pueda por delante, caiga quién caiga.