Es la pregunta del millón. No es fácil responder, ya que la crisis sanitaria que estamos viviendo es un problema muy complejo, crónico, de origen multifactorial y global. Es algo que está aconteciendo no solo en todas las comunidades autónomas, sino también en varios países de nuestro entorno. A todos nos preocupa la salud, y su sistema de protección es el bien común más preciado que tenemos. Es necesario un pacto social que conlleve la despolitización.
A pesar de que representa la partida más alta de los presupuestos, el porcentaje del PIB que destinamos a la sanidad pública está por debajo de la media europea, y también es muy inferior la proporción destinada a la atención primaria. En cualquier caso, el sistema tiene que ser sostenible, no se trata solo de invertir más, sino también de invertir mejor. Es preciso tomar medidas para hacer que el gasto sanitario sea más eficiente. Hay programas como, por ejemplo, el preventivo de detección precoz del cáncer de colon que no solo reducen la mortalidad, sino que, además, ahorran dinero. En sentido contrario, hay otras muchas que, aun estando arraigadas, no aportan valor o resultados en salud, por lo que hay que dejar de hacerlas.
La cercanía de los servicios no es un criterio de calidad. No todos los hospitales pueden ni deben tener unidades de hemodinámica o cirugía robótica. De la misma forma, no es posible tener consultorios en lugares donde hay una población ínfima. El futuro pasa también, de forma inexorable, por la desinversión. Y estas decisiones requieren coraje, valentía y transparencia.
Paralelamente es imprescindible potenciar el autocuidado y empoderamiento de los ciudadanos. Se está dedicando demasiado tiempo a atender a gente sana con problemas de salud banales. Ser una de las regiones más envejecidas del mundo obliga a priorizar la dependencia y la cronicidad.
Por último, es preciso analizar y dar respuesta a los cambios sociológicos que se han producido en los trabajadores sanitarios en los últimos años. Los modelos laborales y las prioridades de los profesionales han variado significativamente. La conciliación familiar, la actitud ante las tareas de atención continuada o urgente, las competencias de las diferentes categorías profesionales o el ejercicio profesional en los hospitales comarcales y en los centros de salud periféricos son muestras de esta incesante transformación.