Energía eólica, seguridad energética y paz social

Luis M. Teira Otero ABOGADO ESPECIALIZADO EN DESARROLLO DE NEGOCIO EN EL SECTOR ENERGÉTICO

OPINIÓN

German Reyes | EFE

11 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya Sancho Panza trató de pacificar las tensiones que aun hoy genera la eólica cuando precisó a don Quijote que «aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos se parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino».

Podríamos discutir quién tiene razón en este o aquel argumento, que si el plazo esto y el trámite lo otro, pero estaríamos equivocando el tiro. La discordia entre el sector eólico, muy vocal por medio de su patronal, y ciertos grupos sociales, parapetados tras el TSXG, tiene un trasfondo mucho mayor: tenemos un recurso natural diferencial del que se benefician unas pocas empresas a cambio de escasa recompensa para los gallegos, en opinión de los citados grupos sociales. Esta percepción, discutible o no, es muy importante, porque no habrá paz social en la cuestión eólica hasta que estos amplios grupos vean que las contraprestaciones de la eólica en Galicia son aceptables.

Lo cierto es que nuestro sector eólico ha tenido «tiempos dorados, un pasado mejor», en lo que se refiere a repercusión socio-económica: parte del tejido industrial estaba en Galicia y ciertos promotores clave tenían su centro de decisión en nuestro territorio. Eso, hoy, no se da. Las principales empresas no tienen su alta dirección en desiertos remotos ni en montañas lejanas, pero tampoco en Galicia. La generación de empleo se limita a algunos mandos de los grandes promotores y a mucha subcontratación de operación y mantenimiento. No está mal, pero no se puede vender como un maná.

Hoy, la sensibilidad social por el medio ambiente es muy superior a la de los años 90 y primeros 2000 en que se llevó a cabo el gran desarrollo eólico de nuestra tierra, y por eso aquellas recetas para el «equilibrio territorial», como etiqueta nuestra ley eólica autonómica al canon eólico y el fondo de compensación ambiental, no soy hoy suficientes para contentar a un importante segmento de la población que antepone la protección ambiental al desarrollo de infraestructura eléctrica.

Obviamente, la energía eólica es deseable. Es una tecnología madura, renovable y que mejora la seguridad energética de Galicia merced a una indiscutible ventaja competitiva: condiciones orográficas y climáticas idóneas para su aprovechamiento terrestre y una costa de gran potencial para el marino, al que esperamos cual Godot.

Igual que es deseable que se explote para que todos los gallegos percibamos de forma más clara su rendimiento. Por ejemplo, con precios eléctricos reducidos, al menos en las áreas afectadas por los proyectos. O abriendo la participación de las administraciones (autonómica y local) en la propiedad de los proyectos, que permitirá que parte de sus beneficios mejoren los servicios públicos de todos.

La eólica gallega debe actualizarse con mecanismos, en fin, como los avanzados en el último año con el anteproyecto de ley autonómica de aprovechamiento de los recursos naturales o con la sociedad público-privada Recursos de Galicia, tímidos avances hacia lo que debiera ser un cambio de modelo: de los molinos percibidos por algunos como extraños gigantes, a uno en que se vean como herramientas que hacen andar la piedra de nuestro molino.