No es posible dar cuenta en un artículo de la enorme complejidad histórica de Israel, y quizá por ello uno acaba remitiendo al lector a que acuda a Internet o a algún libro de Historia. Así podrá consultar algún texto quizá complejo, pero ilustrativo. Y nos ahorrará a quienes queremos escribir un artículo el enorme esfuerzo de sintetizar una historia tan larga y compleja. Porque Israel es la sedimentación de un interminable conflicto bélico cuyo final ni siquiera se barrunta todavía.
Su propia ubicación en la ribera sudoriental del Mar Mediterráneo le ha otorgado unos límites ciertamente conflictivos: al norte con Líbano, al noroeste con Siria, al este con Jordania, Cisjordania y el Mar Muerto, al oeste con la Franja de Gaza, al suroeste con la península del Sinaí (Egipto) y al sur con el Golfo de Áqaba, ya en el mar Rojo. En medio de todo ello, y con una población de casi diez millones de habitantes, Israel es el único Estado judío del mundo, pero también es el hogar de árabes musulmanes, cristianos, drusos y samaritanos. Y tiene su principal centro económico-financiero en Tel Aviv, y el mayor centro industrial en Haifa. Todo ello fácilmente acreditable.
La sinrazón y la brutalidad de la actual guerra en la Franja de Gaza, con continuos bombardeos por parte de Israel, es la continuación de una realidad bélica muy repetida a lo largo de los siglos. En esta ocasión se trata de un acoso dirigido por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en respuesta a un ataque de Hamás, y que ya les ha costado la vida a más de 25.000 gazatíes, sobre todo mujeres y niños. El resto del mundo apenas se ha movilizado y, cuando lo ha hecho, no ha pasado de las buenas intenciones, nunca debidamente apoyadas por grandes determinaciones políticas. En este sentido cabe decir que nadie está condicionando el actual abuso militar de Israel.
No se puede pasar por alto el ataque inicial de Hamás, cierto, pero tampoco se puede convertir en el argumento justificador de toda represalia israelí. En algún momento habrá que salir de la pesadilla y del matonismo. Y ahí está el rol todavía no desempeñado por EE.UU., la Unión Europea y la ONU. Porque Israel no debería convertirse en el enemigo de todos en la zona.