El virus varicela zóster (VVZ) puede causar dos síndromes clínicos diferentes: la varicela y el herpes zóster (HZ). La varicela es muy contagiosa y benigna, suele asociarse a la infancia (más habitual en los menores de 10 años), frente la que existe una vacuna eficaz y segura para prevenirla. En adultos, frecuentemente después de la sexta década, puede presentarse el HZ por reactivación del VVZ y causar complicaciones en pacientes con enfermedades crónicas o situaciones de inmunodepresión (por patologías oncológicas o tratamientos con fármacos inmunodepresores). El único reservorio de VVZ es el hombre. Desde 1904 es una enfermedad de declaración obligatoria en nuestro país.
Es fácil contagiarse, incluso 48 horas antes de que se presenten los síntomas, por contacto directo con el líquido de las vesículas en la piel, que tienen una alta carga viral, y también a través de la emisión de pequeñas gotitas al hablar, estornudar o toser. Otra vía de transmisión es de madre a hijo, a través de la placenta durante el período de gestación. Se estima que tenemos hasta un 86 % de posibilidades de contagiarnos en contacto con un enfermo dentro del ambiente familiar si no hemos pasado la enfermedad, presentándose a las dos semanas después del contacto. El 90 % de la población ha presentado la varicela antes de los 15 años.
A pesar de que la varicela produce una inmunidad duradera «de por vida», pueden ocurrir reinfecciones al reactivarse el virus que quedó latente en los ganglios raquídeos, situación más frecuente en inmunodeprimidos.
Clínicamente, el VVZ puede presentarse de dos formas. La primera, como una varicela normal, cuyos síntomas suelen durar de 4 a 7 días, presentándose después del período de incubación entre 10 y 21 días, habitualmente asintomático, con fiebre elevada, malestar general, dolores musculares (mialgias) y lesiones tipo exantema maculo papular muy pruriginoso que evoluciona de forma sucesiva y rápida a vesículas llenas de líquido, pústulas y costras (que ya no son contagiosas) que se resuelven espontáneamente en 6 y 7 días, aunque pueden quedar lesiones cicatrizales residuales. El comienzo de estas lesiones suele ser en la cabeza, para extenderse posteriormente a cara, tronco, extremidades y a veces en la cavidad bucal (enantema). Los síntomas en adultos de la varicela son iguales a los que presentan los niños, aunque de mayor intensidad. La complicación más grave de la varicela es la neumonía, más frecuente en adultos (hasta un 20 % de los casos) que en niños, siendo muy grave en embarazadas.
La segunda es como un herpes zóster (HZ), después de haberla padecido en la infancia, por reactivación del virus que quedó latente en los ganglios nerviosos de las raíces dorsales, al disminuir la inmunidad celular, causando un dolor neurológico de intensidad muy fuerte acompañado de una erupción vesicular unilateral en un dermatoma, de localización más frecuente en el tronco que en la cara, con ampollas que evolucionan a costras. La máxima incidencia de esta reactivación está en los 50 años, en ambos sexos.
La neuralgia posherpética es la complicación más frecuente, principalmente en personas muy mayores, donde puede persistir el dolor neurológico durante muchos meses. Se estima que un 30 % de la población puede desarrollar un herpes zóster a lo largo de la vida. Entre el 2016 y el 2019 fueron hospitalizados por complicaciones del HZ 27.642 personas, teniendo el 90 % 50 o más años, situándose la tasa de mortalidad en 1,2 muertes por 100.000 habitantes.
Puede haber una replicación activa del VVZ en muchos órganos, tanto en la varicela como en el HZ. Suele ser suficiente para llegar al diagnóstico la sintomatología clínica característica, pudiendo recurrirse a pruebas virológicas y serológicas de laboratorio.
Preventivamente, es aconsejable evitar contacto directo o indirecto con el enfermo, principalmente si no se está vacunado o no se hubiese pasado la enfermedad.
El tratamiento de la varicela normal es sintomático (antitérmicos y antihistamínicos), indicándose para el HZ antivirales de administración oral, precozmente, para garantizar una rápida curación y evitar secuelas neurológicas. Para tratar la neuralgia posherpética, en ocasiones de difícil control, pueden utilizarse antidepresivos tricíclicos, opioides, lidocaína en parches o anticonvulsionantes, entre otros.
A pesar de haberse reducido la incidencia de la varicela después de conseguirse altas coberturas de vacunación contra el VVZ por la inclusión de la vacuna en el calendario de vacunación, aún existe un creciente número de hospitalizaciones por herpes zóster (HZ) que se explican por el constante envejecimiento poblacional, pues su incidencia aumenta con la edad, lo que obliga a plantearse necesariamente una estrategia de prevención muy ambiciosa, más allá de la vacunación infantil.
Con la administración de la vacuna frente al HZ perseguimos prevenir la enfermedad, así como evitar complicaciones, a veces severas o amenazantes de la vida. El HZ en los mayores de 50 años ocasiona una carga de enfermedad muy elevada, que justifica la vacunación sistemática de la población, principalmente a partir de los 65 años, con el fin de evitar complicaciones graves, hospitalizaciones y consumo de recursos sanitarios. También está indicada la vacuna contra el HZ en población igual o mayor a 18 años pertenecientes a grupos de riesgo. En Galicia se realiza la vacunación sistemática frente al HZ por cohortes de edad, habiéndose iniciado con los que cumplen 65 y 80 años.