Una droga bien conocida, para algunos considerada inocua, está en la lista de las que producen muerte prematura. Nos referimos al cannabis, fumado en forma de marihuana o hachís. Mas de un lector quedará extrañado con lo dicho. Cada vez se oye hablar más de sus teóricas bondades terapéuticas. Confunden el uso de una sustancia aislada químicamente, que puede tener potencialidad terapéutica y bajo control médico, a consumir esa droga fumada, con propiedades adictivas y con efectos negativos por los cientos de componentes nocivos que contiene. No es lo mismo droga que medicamento.
A pesar de la creciente banalización del consumo de cannabis, como vemos en el denominado cannabis recreativo, en la clínica hay un importante aumento de las demandas de tratamiento. ¿Por qué ocurre esto? Por varios motivos, como el incremento del número de consumidores adictos; la mayor potencia actual de su principal sustancia psicoactiva, el THC, que lo hace más adictivo; el incremento de la baja percepción de riesgo sobre sus consecuencias; y el envejecimiento de muchos de sus consumidores. Así, en torno a los 40-50 años, muchos tienen que acudir a tratamiento por sus graves efectos en forma de enfermedades y trastornos mentales y otros problemas, como ansiedad, depresión, delirios, alucinaciones, problemas de pareja...
Como ejemplo, hay relación entre consumo intenso de cannabis y depresión. La depresión es un factor de riesgo para la ideación suicida y el suicidio. Otro ejemplo de mortalidad por cannabis, unido frecuentemente al consumo de alcohol, ocurre por el incremento de accidentes de tráfico y laborales, en ocasiones con resultado de muerte o incapacidad. Y, a partir de los 40 años, en los consumidores crónicos se incrementan los problemas cardiovasculares. Todo ello explica que en el Reino Unido en el año 2020 murieron 350 personas por consumo de cannabis. Aquí no tenemos datos.
Sabemos que el cannabis no es inocuo, que produce mortalidad prematura. Pero se obvia u oculta. Las falsas creencias sobre sus beneficios impiden pensar en que su consumo tiene graves efectos negativos. Aún siendo cierto que no se muere por sobredosis de cannabis, como tampoco de tabaco u otras drogas, el consumo de cualquier droga produce consecuencias negativas directas e indirectas, incrementando padecer enfermedades, tener mayor mortalidad y reducirse la esperanza de vida.
La negación es un proceso psicológico que se utiliza para mantener la coherencia cognitiva, incluso aunque la realidad no confirme un hecho. La mayoría de los adictos niegan su adicción. Para ellos, consumir es lo normal, minusvaloran sus consecuencias negativas y priman sus creencias erróneas sobre sus teóricos beneficios. Valoran sobre todo los efectos psicoactivos inmediatos de la sustancia. Esta negación los lleva a estar convencidos de que casi todos se drogan, obviando los graves daños que sufren, a veces irreversibles, como es la muerte prematura.