Si el Gobierno israelí sigue cumpliendo sus amenazas, la Franja de Gaza puede acabar convertida en un lugar inhóspito, con más miseria y más tumbas. Porque Israel ha sido contundente en todas sus respuestas, después de que Hamás atacase su territorio provocando la muerte de unos 1.400 israelíes, entre civiles y militares. Lo menos que se puede decir es que esto y la brutal respuesta israelí han elevado la tensión en la zona.
El presidente estadounidense, Joe Biden, ha advertido a Israel que sería «un grave error» ocupar la Franja de Gaza de nuevo, pero a la vez defendió el derecho del Estado judío a entrar en el enclave palestino para eliminar a los combatientes de Hamás. Israel extendió el plazo para que los palestinos abandonen la parte acotada de la franja.
En este sentido, el presidente israelí, Benjamín Netanyahu, fue rotundo: «Hamás pensó que nos desmoronaríamos, pero somos nosotros los que vamos a demoler a Hamás. Tenemos que transmitir un mensaje claro a la nación, al enemigo y al mundo. El Ejército cuenta con el apoyo de todo el país». Pero el mensaje claro del que habla aparece envuelto en una sinuosa y espesa confusión, porque no se puede ni se debe confundir al grupo radical de Hamás con todos los habitantes de la Franja de Gaza.
¿Cuál es el problema real en este momento? Conviene recordar que el conflicto israelí-palestino se remonta a comienzos del siglo XX, cuando, como consecuencia del antisemitismo que se vivía en Europa, surgió un movimiento sionista que defendía el establecimiento de una patria para el pueblo judío en Palestina. Muchos judíos emigraron allí entonces y lo hicieron masivamente al término de la Segunda Guerra Mundial, por causa del llamado Holocausto nazi.
Está claro que el actual objetivo israelí es deponer a Hamás, pero ya no está tan claro que quiera limitarse a esto. China ha manifestado con claridad que Israel está actuando «más allá de la autodefensa» y otros países de la zona han mostrado su desconfianza sobre los verdaderos propósitos israelíes. Lo cual hace pensar que el conflicto podría acabar convulsionando toda la zona, con consecuencias imprevisibles, porque el acto de alterar fronteras siempre conlleva altos riesgos. Sin embargo, es cierto que demasiadas veces la historia se ha escrito así. De momento, el sangriento drama continúa dilatándose en el tiempo y afecta ya directamente a otros países, como Egipto y Jordania. Por ello la pregunta aún sigue siendo: ¿qué quiere realmente Israel?