Una especie de desconfianza política parece haberse extendido entre nosotros, y el presidente Sánchez se ha apresurado a intentar tranquilizarnos. «La economía española va como una moto», dijo, pero no nos reveló hacia dónde corre tanto. Quizá porque trataba de seguir a un Albert Camus que en su día nos aconsejó que «donde no hay esperanza debemos inventarla». Tal vez nosotros estemos ahora en este trance.
¿Y cómo se inventa la esperanza? En ello parece estar el presidente Sánchez, sabedor de que donde no existe la esperanza no se produce el esfuerzo. Porque la confianza es como un espejo que, una vez roto, se puede arreglar, pero siempre se verán las grietas. Esas grietas que el presidente Sánchez nos da a entender que son suturables. Porque nuestra economía «va como una moto», sí, pero es necesario asegurar su rumbo.
Las malas sensaciones también tienen que ver con un horizonte político que, sobre todo en Cataluña, parece enrevesarse cada vez más, sobre todo por el lado de Puigdemont y su partido, Junts per Catalunya. El presidente Sánchez debería fijar claramente los límites de las concesiones, que en ningún caso deben desbordar el marco constitucional. Porque en estos casos la confusión es siempre una pésima consejera y una fuente de malas sensaciones y de muy peligrosos descarrilamientos políticos.
Para sacudirnos las malas sensaciones es preciso acertar en lo esencial y no confundir lo importante con lo irrelevante. Pedro Sánchez tiene ante sí la posibilidad de conducirnos con acierto y con rigor, para alcanzar un horizonte que nos evite las malas sensaciones que aún tenemos y que nos llevan a transitar por senderos llenos de oscuros equívocos y de cegueras voluntarias. Porque este no es el buen camino.
Se quiera ver o no, los problemas siguen ahí, y todos ellos pueden y deben ser abordados con claridad y determinación. Hacerlo a oscuras y sin firmeza solo nos traerá más confusión y peores perspectivas de futuro, algo que es tan poco recomendable como políticamente peligroso. Porque el tiempo no pasa en vano. Lo sabemos todos, incluidos los propios políticos, que no siempre reaccionan con la debida rapidez y la imprescindible determinación. Lamentablemente.
Corregir las malas sensaciones que imperan en estos momentos equivale también a corregir los planteamientos políticos equivocados y la forma de expresarlos. Porque solo por el camino del entendimiento y el acuerdo evitaremos las malas sensaciones y veremos la luz de la armonía social y política. Sánchez tiene la palabra. Para ello deberá jugar limpio e impedir que su propia ambición política lo desencamine. Porque solo así conseguirá gobernar para todos.