La lógica dice que el presidente en funciones y candidato del PSOE a la reelección que hoy será recibido por el rey tiene muchas posibilidades de ser investido en primera o segunda votación, con mayoría absoluta o con mayoría simple. Cierto es que el camino para lograrlo será espinoso y que debemos estar atentos y fiscalizar hasta el último detalle de los acuerdos que puedan suscribirse. Por lo menos, de aquellos que nos sean dados a conocer. No duden de que ya se ha apalabrado mucho y de que se pactará aún más de forma subterránea.
A la luz de esta lógica es hora de dejar atrás el ambiente guerracivilista y la exaltación del insulto y la descalificación como combustible del país. Sánchez tiene todo el derecho, si el rey así lo dispone, hoy, a presentarse a la investidura. Los españoles tendremos puesta nuestra atención en su discurso, en sus propuestas e intentaremos estar vigilantes a sus concesiones a los socios de los que finalmente pueda conseguir los apoyos necesarios para seguir en la Moncloa. Pero no se sostiene que ejerzamos la crítica por sistema. Es hora de templar los ánimos. La inteligencia es fría o no es.
Es evidente que el candidato Sánchez de momento ha hablado poco y ha aclarado menos. Sin embargo, le respaldan una mayoría que él llama progresista (aunque algunos son conservadores) y que ya lo sostuvo durante los cinco años que lleva en la presidencia de España desde la moción de censura. En ese período y, a pesar de haber tenido que afrontar una pandemia, la erupción de un volcán en La Palma y las consecuencias económicas de una guerra, este país inmenso y optimista ha continuado hacia adelante, con sus aciertos y con sus errores.
No se le puede negar todo el crédito a quien lleva cinco años al mando de una de las naciones más importantes de Europa. Tampoco parece razonable que el rey no nombre candidato a una segunda investidura a quien ha ganado cuatro votaciones en las últimas semanas. Sánchez es el hombre que está detrás de la mayoría absoluta que votó la constitución de la Mesa del Congreso. Él también es el vencedor del decreto que ha permitido la utilización de las lenguas históricas en la casa del pueblo. Y, de forma indirecta, ha sido el denominador común en el que se han sustentado las mayorías absolutas que tumbaron la primera investidura de Feijoo. Lleva entonces en su mano un póker de mayorías que igualan o superan los 176 diputados al que es absurdo no atender.
Esta nueva etapa ya tendrá tiempo para que los electores juzguemos en futuros comicios los pasos que se den en asuntos tan delicados como la amnistía o el encaje de la España plurinacional que lidera, puntos que no figuraban en el programa del candidato en la pasada campaña. Hay dos fuerzas constitucionalistas que ojalá se entendiesen, pero la realidad es tozuda. Pasemos página y centrémonos en escuchar al candidato cómo va a hacer para que la economía no nos estalle a todos los ciudadanos en la cara. ¿Qué ajustes serios y concretos hará para conseguir que dejemos de comprar una botella de aceite, por ejemplo, como si la estuviésemos adquiriendo en la joyería Tiffany? La vida, señor candidato, empieza por el bolsillo.