Amnistía: la caja de Pandora
OPINIÓN

No pocos socialistas asistimos con cierta ansiedad intelectual al debate sobre una posible amnistía de los prófugos de la justicia por el proceso secesionista del 2017 en Cataluña y la consulta del 1-O.
Sobre el encaje constitucional de la amnistía tenemos opiniones encontradas de juristas ilustres. Unos afirman que la Constitución no la contempla y por tanto no es posible concederla. Otros sí la consideran posible, porque no la excluye explícitamente. Entre estos hay diferencias importantes de matiz, pero consenso sobre un punto: se trata de una medida absolutamente excepcional.
Suponiendo que fuese posible encontrarle encaje constitucional, esta amnistía ¿es políticamente deseable o no?
En general, en democracia algo puede considerarse deseable si lo apoya una mayoría de los electores. Está claro que en torno a un 46 % de electores no apoyan de ninguna manera una posible amnistía. Dejo que cada lector haga su cálculo, pero creo que se entiende por donde voy.
Sabemos que el PSOE se presentó a las elecciones del 23-J con una posición pública de rechazo a la misma, así que hay que admitir que un porcentaje de sus electores habrán votado con ese convencimiento y que por tanto tampoco la apoyan. ¿Qué porcentaje? No lo sabemos, pero no me parece descabellado especular que son suficientes como para rebasar el listón del 50 % que no la apoya.
Digo esto sin entrar en las razones de unos u otros para no apoyarla, porque a efectos de mi razonamiento no hace al caso.
Lo que sí hace al caso es que un principio de precaución democrática elemental —tanto más necesario en este caso por lo controvertido y excepcional de la medida—-debería llevarnos a concluir que, aplicando este criterio, la amnistía no es políticamente deseable porque no cuenta con el apoyo mayoritario garantizado de los electores.
En democracia se adoptan de vez en cuando medidas «impopulares», que carecen del apoyo mayoritario de los electores, en aras del bien común. Pongamos que sea este el caso de esta amnistía. ¿Qué bien común se conseguiría que la justifique? La desjudicialización de la política, dicen unos. La normalización política en Cataluña, dicen otros. Y aún otros, la mejora de la convivencia en Cataluña y, por extensión, tal vez en el resto de España.
Bien. ¿Y cuáles serían los indicios que permitirían creer que estos beneficios van a producirse con la amnistía? Solo hay uno: el respeto de la legalidad vigente y la renuncia pública y sin ambages a cualquier nueva intentona unilateral secesionista por parte de los beneficiarios de la misma.
¿Alguien tiene noticias de esa posible renuncia? Ni hay noticias, ni parece justificado esperarlas a la vista de sus pronunciamientos públicos en sentido opuesto. A menos que nos sorprendan con un giro copernicano que cambiaría el panorama, desde este punto de vista la amnistía no solo no es políticamente deseable, sino que además constituye un aliciente para la reincidencia y un futuro de mayor discordia.
El bien común puede considerarse, como ya se hace, bajo otro ángulo más concreto e inmediato: el de la formación de un gobierno de progreso, por el que el precio a pagar es la amnistía, justificándose esta por el bien que supone la posibilidad de adoptar las políticas de progreso por las que han votado mayoritariamente los electores.
Aquí la amnistía aparece como moneda de cambio en una negociación meramente coyuntural, por muy importante que parezca. Esa moneda de cambio resulta que —recordemos— se considera, cuando no contraria a la Constitución, constitucionalmente excepcional; no cuenta con una clara mayoría electoral a favor (por no decir que es probable que la mayoría del electorado esté en contra) y no garantiza la normalización política de hoy, pero sí la discordia de mañana.
¿Es proporcionado y acertado recurrir a tal medida de excepción en el toma y daca de esta negociación? A mi modo de ver, no lo es, incluso si ello lleva a la repetición de las elecciones, que, por cierto, no creo que sean inevitables aún sin amnistía.
Si utilizamos algo tan excepcional e intensamente controvertido como la amnistía en esta negociación, ¿qué podría ocurrir cuando los protagonistas de una negociación sean otros? Dejo al lector imaginar quiénes y con qué podría llegarse a negociar.
Mejor no abrir esta caja de Pandora.
Tiene que haber otra manera de convencer a cualquier formación política que se diga progresista de que no hay mejor opción que la de apoyar un gobierno de progreso en torno al PSOE.