Alzhéimer: se pueden retrasar sus efectos

Isabel Gesto DIRECTORA DE LA RESIDENCIA ORPEA-A CORUÑA

OPINIÓN

María Pedreda

22 sep 2023 . Actualizado a las 09:02 h.

El alzhéimer está infradiagnosticado. Lo advierte la Sociedad Española de Neurología, institución que cifra en 800.000 las personas afectadas por la enfermedad en nuestro país. De ellas, más del 90 % pasan de los 65 años, por lo que —y a la espera de la evolución de esta demencia en las próximas décadas— se podría decir que es una enfermedad de la tercera edad.

Son los mayores sus principales afectados. El declinar físico y cognitivo de una población cada día más envejecida es lo que dificulta su detección, pues se pueden llegar a confundir síntomas y alteraciones conductuales con los de otras enfermedades neurológicas o con la propia pérdida de memoria de la vejez.

Sin embargo, más allá de los problemas de memoria, quienes padecen alzhéimer presentan síntomas comunes que facilitan su detección: la desorientación en lugares conocidos, la incapacidad para seguir instrucciones y la repetición de dudas y preguntas. También las dificultades para gestionar y manejarse con el dinero. Pero, sobre todo, el no reconocer a sus seres queridos. La experiencia en residencias, centros de día y otros ámbitos en los que se trabaja con estos enfermos nos muestra que es habitual, por ejemplo, que confundan a quienes les visitan con su padre, su madre o con familiares de su pasado.

Esta manifestación clínica es una de las que más desconcierto produce en los hijos o sobrinos de estos enfermos. Los familiares son, igual que los propios mayores, golpeados por la dureza de esta enfermedad. Precisan de información y apoyo. En este punto, se ha constatado la eficacia de actividades y reuniones en los que tienen la oportunidad de compartir su experiencia con otros en las mismas circunstancias. Resulta muy beneficioso para ellos.

Es preciso comprender las especificidades, necesidades y demandas que conlleva esta dolencia, de ahí que en las residencias hayamos creado la unidad de protección del alzhéimer y otras demencias (UPAD). En estas unidades, los mayores participan en diversas terapias y actividades adaptadas al perfil de su enfermedad, pero siempre descartando la rutina en bloque, respetando el estado de ánimo del mayor en cada momento y su disposición. Se trata de aplicar la flexibilidad también para que las familias puedan visitar a sus seres queridos sin horarios.

Porque, aunque de momento el alzhéimer no tenga cura, sí podemos retrasar sus efectos, y para eso hay que cuidar al enfermo, pero también a su familia. La lucha contra este mal es una batalla contra el tiempo, nunca mejor dicho. Quienes convivimos con los afectados por la enfermedad y sus secuelas tenemos mucho trabajo por delante, y mucho que decir, con instalaciones adaptadas, profesionales comprometidos y, sí, con mucha paciencia y amor.