
En el cuento infantil, ese que nos contaron hasta la saciedad, el lobo se merendó a Caperucita y a su abuela. Y no pasó nada. Pero hace solo una semana, otro lobuno se zampó un poni llamado Dolly, propiedad de la presidenta de la Comisión Europea, que lo guardaba en una finca del noreste de Alemania desde hace tres décadas. Y como Úrsula Von der Leyen no es Caperucita, la UE se plantea ahora rebajar la protección del atacante.
No hay que ser mal pensados, también hay casualidades, pero solo cuatro días después del ataque al poni de la señora presidenta la propia Von der Leyen aseguró que este animal es un «peligro real para el ganado y también para los humanos». Y anunció que se pondrá en marcha una consulta para decidir si rebaja la protección de la que goza la especie. La prensa alemana ha llegado a reprocharle estar tomándose esta cuestión, de índole comunitaria, de forma personal por la pérdida de su poni, al tiempo que un tribunal de Hannover variaba de opinión sobre si matar o no al culpable de la muerte del equino.
Es lo que tiene disponer de mando en plaza. Los ganaderos españoles, de forma especial los gallegos, llevan años quejándose de los ataques de lobos a sus reses, pidiendo que se revise la protección, y no se les escuchó. Gobiernos autonómicos, también la Xunta, se sumaron a la propuesta y tampoco se los tuvo en cuenta. Y así seguimos. Asistiendo a un rosario diario de ataques a reses domésticas, con daños incalculables.
El lobo, incluido en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, no es como el doctor Jekyll, que es capaz de separar la cara más compasiva de la más maléfica y perversa. El lobo es el mismo en A Pontenova, donde hace unas horas mató a dos potrillos, que en la Baja Sajonia. Pero los grados de su protección dependen de los lugares e incluso de los partidos que gobiernen. Un despropósito.
Mientras los unos hablan de su importancia como regulador y guardián del equilibrio natural, alertando del desequilibrio de todo el ecosistema que ocasionaría su desaparición, los otros recuentan ovejas, cabras, vacas, perros, jabalíes, caballos o terneros devorados a las puertas de sus casas o ante la misma presencia del ganadero. Y así estamos desde hace años, sin que se logre alcanzar un acuerdo de proporcionalidad y convivencia de ambas posturas. Lo que tampoco debe ser noticia.
Hace unos meses, Austria propuso en la UE que de nuevo se facilite la caza del lobo. Obtuvo el respaldo de países como Finlandia, Eslovenia, Grecia, Italia y Francia, entre otros. Pero con las críticas de España, Alemania y alguno más. Y nada se decidió. Así que habrá que esperar a que un lobo se meriende al Dolly de la ministra Teresa Rivero, si es que lo tiene, para que se avengan a negociar una salida razonada y ponderada que sea complaciente con todos los implicados. Que tampoco es mucho pedir.