El cuñadismo se ha infiltrado en las instituciones. Solo así se entiende que algunos dirigentes políticos de primer nivel hayan sido tendencia en redes por haber criticado en voz alta las predicciones meteorológicas y las alertas de los servicios públicos de emergencias.
Es un síntoma preocupante. Sufrimos de forma más evidente los efectos del calentamiento global. Y personas con responsabilidades de gobierno echan la lengua a pacer y frivolizan sobre mensajes que salvan vidas. Lo hicieron Moreno Bonilla, Almeida y Vox. Fue grave. Y ridículo. Hasta Ayuso los criticó.
Esos discursos dan alas a los negacionistas que tanto daño hicieron en la pandemia y a los miembros de la iglesia virtual de la insensatez y la ignorancia. Esa cuyos primeros mandamientos rezan:
1. Ante una situación compleja, exige una solución mágica y fácil.
2. Desconfiarás de los expertos y de los científicos en cualquier situación.
3. Nunca dudarás de que hay varias conspiraciones en marcha y que todas están conectadas entre sí.
4. Cada vez que mires al cielo, busca aviones del Gobierno y la AEMET fumigando a la población con agentes químicos.
5. Cando te llegue una alerta de un servicio público, sujeta fuerte el cubata, imita la voz de José María Aznar y grita, en modo campeón: «A mí no me va a decir nadie lo que tengo que hacer» en homenaje al mítico lema cuñadista-libertario acuñado por el expresidente en el 2007 para criticar las campañas de la DGT contra la siniestralidad en las carreteras: «¿Y quién te ha dicho que quiero que conduzcas por mí? [..] Déjame que beba tranquilamente».