La inflación obliga a Argentina a imprimir billetes en el extranjero

Tomás Virgala / Manuel Suárez ABOGADO Y ECONOMISTA, RESPECTIVAMENTE

OPINIÓN

MABEL RODRÍGUEZ

06 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En los últimos días hemos leído titulares sobre la inflación desbocada que sufre Argentina, la cual ha forzado al país a importar billetes impresos en España, Francia, Malta, Brasil y China, al no dar abasto su casa de la moneda. No es la primera vez que Argentina recurre a la externalización de este servicio, pero sí es novedad que haya licitado la prestación también a países europeos, con los consiguientes fletes y sobrecostes de producción.

La práctica, por chocante que parezca, es corriente en otros países, y se estima que el 11 % de los billetes en circulación han sido fabricados por empresas privadas, como la británica De La Rue o la alemana Giesecke & Devrient, tanto dentro como fuera de las fronteras de los Estados emisores.

La inflación ha sido un fenómeno consustancial a la evolución de Argentina como nación. A modo de ejemplo podemos mencionar la hiperinflación del año 1989, con un máximo anual superior al 3.000 %, donde se remarcaban precios cada hora; si algún producto valía tanto a las 9 de la mañana, a las 10 (¡de ese mismo día!) podía costar más caro. Hoy se suman a los factores inflacionistas tradicionales realidades particulares como los «formadores de precios» —enormes empresas monopolistas que deciden el valor de un producto o servicio (generalmente de consumo masivo) sabiendo que no habrá más remedio que comprar al precio propuesto—; las devaluaciones del peso y la falta de credibilidad de este como vehículo de ahorro; y la especulación con futuros de insumos necesarios para producir, que es transferida al consumidor.

Combatir la inflación argentina debe ser un objetivo político irrenunciable, ya que quienes más la padecen son los sectores humildes de la población. De cara a los comicios presidenciales de octubre varían las promesas electorales para contenerla. Peronistas, macristas y —recientemente— el anarcocapitalismo de Milei apuestan por recetas casi antagónicas. La más exuberante, sin duda, es la dolarización por la que aboga este último candidato, economista de formación.

La situación en Europa dista de la argentina, aunque tampoco estamos para tirar cohetes. Tendemos a culpar de nuestro 7 % de inflación actual a la situación en Ucrania, pero no deberíamos soslayar el hecho de que durante la pandemia incrementamos la base monetaria del continente —los cuartos que llevamos en la cartera y los dígitos que acumulamos en cuentas bancarias— un 36 %. Es obvio que cuando hay más dinero en circulación para adquirir los mismos bienes el precio de estos aumenta. Por otra parte, sin querer negar la necesidad de las medidas de estímulo adoptadas para paliar el terremoto económico que supuso el covid-19, los efectos secundarios eran previsibles.

En resumen, si bien valerse del recetario de la teoría económica no vendrá mal a ambos lados del Atlántico, tendremos que cocinar con maña para que el menú sea paladeable.