El mundo de las start-up está revolucionado como consecuencia de la inestabilidad creada por la quiebra del Silicon Valley Bank. Los venture capital (inversores habituales en estas compañías) saben que, de cada diez en las que se invierte, cuatro pierden todo lo invertido, cuatro se quedan a pachas y hay dos que triunfan.
Hasta hace muy poco tiempo, el modelo de éxito perseguido era el de los unicornios, este raro animal mitológico que define a las disruptivas empresas de nueva creación que han logrado un crecimiento excepcionalmente rápido y una valoración de mercado de, al menos, mil millones de dólares. Son innovadoras y tienen el potencial de transformar una industria o cambiar la forma en que se hacen las cosas. Casi siempre han sido fundadas por un emprendedor visionario que ha sido capaz de identificar las oportunidades de mercado y conseguir la enorme financiación que necesitan para mantener su ritmo de crecimiento.
La mitad de los unicornios tienen su origen en Estados Unidos; Europa se lleva el 18 %, concentrándolos en París, Berlín y Estocolmo y, finalmente, China cuenta con un 12 %.
Después de lo que acabo de contaros, ¿quién no querría ser o trabajar en una empresa unicornio? Despertaban admiración allí por donde pasaban.
Pero los tiempos cambian y ahora es momento de dinero cada día más caro, más difícil de conseguir y con los inversores a cubierto. Las valoraciones y la creación de unicornios se han reducido notablemente y las rondas de financiación en este 2023 siguen existiendo, pero con otro ritmo.
Así que, otro animal ha tomado su relevo, y hoy cotizan al alza los camellos. ¿Qué distingue un camello de un unicornio?
Los camellos son animales que pueden cruzar el desierto bebiendo muy poca agua, en lenguaje inversor, consumen poca liquidez. Desde el principio, se preocupan por ser rentables, más que por un desarrollo acelerado de usuarios. Buscan generar una base de ingresos a través de la construcción de un negocio escalable, con la idea clara de ser perdurables en el tiempo y de tener menos dependencia externa de inversores. Es decir, tienen ambiciones de crecimiento, pero las combinan con otras como la rentabilidad y, sobre todo, la sostenibilidad en el tiempo.
Ambas son impulsoras de la innovación y la disrupción en sus respectivos sectores. Las camello a menudo se enfocan en resolver problemas existentes y mejorar de manera incremental, mientras que los unicornios tienden a introducir ideas revolucionarias y cambiar la forma en que se hacen las cosas. Las dos tienen un impacto positivo en la creación de empleo, impulsando muchas veces un cambio en la mentalidad empresarial que promueve modelos alternativos y flexibilidad en el ecosistema empresarial.
Recientemente, el FMI ha publicado una previsión del crecimiento mundial del 3 % en los próximos cinco años, el peor dato desde 1990. Las start-up capaces de sobrevivir en tiempos complicados de crecimiento bajo y dinero caro se consolidarán en la línea de salida.
Como en toda crisis, habrá oportunidad. Camellos, menos bellos, más reales, más resistentes y seguros.