Culpar a la víctima es una vieja y lamentable estrategia para desviar la atención de lo importante, de lo intolerable. Y esto es que una y otra vez se repiten los insultos racistas contra un jugador, Vinicius, al que se llama «mono», «puto negro de mierda» y se le grita «uh, uh, uh» en varios estadios españoles. Y no lo hace una persona ni unas pocas, sino cientos, incluso miles. Ya son diez las denuncias por hechos parecidos esta temporada. ¿Qué provocación hubo para que, antes de comenzar el partido, se le insultara fuera del estadio de Mestalla?
Se puede condenar duramente el racismo (faltaría más), pero cuando se le añade la coletilla «pero Vinicius...» se está justificando, de una u otra forma, lo deleznable. A no agachar la cabeza y seguir jugando como si no pasara nada, mientras lo vejan y le cosen a patadas ante la desidia arbitral, algunos lo llaman provocar. Lo que hace Vinicius es rebelarse contra la injusticia.
Los reiterados insultos que recibe cada jornada han vuelto a poner sobre la mesa el, en cierto modo, bizantino debate de si España es o no un país racista. ¿Todo el país, cada uno de sus ciudadanos, una mayoría, una minoría significativa, solo unos cuantos? Faltan datos y estudios en profundidad para responder con seriedad. Aunque lo cierto es que, más allá del fútbol, la discriminación está a la orden del día en todos los ámbitos sociales. Sí sabemos que los delitos de odio asociados al racismo crecieron más del 30 % del 2019 al 2020, pero hay que tener en cuenta que el 90 % de las víctimas no denuncian.
El joven Vinicius sí está dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias y tiene la ventaja de ser famoso, rico y tener millones de seguidores en las redes sociales. Brasil, con Lula a la cabeza, ha sacado los colores a nuestro país por la inacción de las autoridades ante el acoso brutal al madridista, que ha tenido que sufrir numerosas campañas de desprestigio desde que llegó a España con 18 años. La más llamativa en un programa chiringuitero, cuyo director ahora se rasga las vestiduras, después de dar vía libre a algunos de sus colaboradores para atacar, ridiculizar y culpabilizar al jugador.
Las reacciones de destacados políticos en plena campaña electoral demuestran que tenemos un grave problema. El presidente valenciano, Ximo Puig, dijo que hubo «alguna persona (?) que dijo una barbaridad» para acto seguido calificar a Vinicius de «arrogante». No fue el único que optó por atacar a la víctima.
Esto no es cuestión de colores. El entrenador del Barcelona, Xavi Hernández, ha dado una lección a los equidistantes al salir a defender al madridista. «Da igual la camiseta. Vinicius es persona antes que futbolista. No entiendo como persona, como ciudadano, que se tengan que aguantar los insultos», afirmó. No hay que olvidar que jugadores del Barça como Eto'o, Ronaldinho o Alves ya sufrieron vejaciones racistas.
No sé si España es un país racista o no, pero que existen muchos racistas explícitos o emboscados es un hecho. Stop racismo.